
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Fétido 'dèjá vu'
Monticello
Qué ancho el corazón de un hombre/cuando lo ha perdido todo y se levanta/... /puede tanto que parece oro/ el polvo a sacudirse”. Los versos son del poema Oro, del escritor y editor Manuel Rosal y es uno de los poemas que más veces releo. Deja Rosal el verso con un hombre de pie, pero uno no sabe qué hará ese hombre que ha decidido levantarse, solamente que no se ha rendido y en ese gesto, tan pequeño e inconmensurable, aparece sucio de polvo como al mismo tiempo sagrado. La imagen de Rosal tiene una cierta atmósfera de western y podríamos continuar la historia de ese ser anónimo como un canto épico, propio del género, con el arquetipo de aquél que está dispuesto a morir de pie. Digamos, el Gary Cooper de Sólo ante el peligro, quien todo un pueblo había perdido, pero que a balazos enfrentará dichosamente su destino al mediodía. Imaginamos también el final de El último atardecer, con Kirk Douglas sacudiéndose el oro de su dignidad antes de dejarse matar por amor y redención. O a la doctora Cartwright, la heroína antipuritana de John Ford en Siete Mujeres, que permanece en pie para lograr con su propio sacrificio la muerte del malvado Tunga Khan. También podemos pensar que ya es igual lo que ese hombre haga, pues está de pie tras haberlo perdido todo, y en ese estar de pie hay un afán de darle a la vida lo que es de la vida. La imagen poética sería aquí toda una estética de la resistencia. Sagrado es el hombre que se levanta. Este título, La estética de la resistencia, es el que eligió Peter Weiss para su monumental novela sobre la resistencia al nazismo de una generación, desde la Guerra Civil española, hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. La novela comienza en 1937, con tres amigos contemplando en Berlín el Altar de Pérgamo, en cuyos relieves son capaces de encontrar muchas alegorías políticas del poder totalitario, pero extrañan la ausencia de Hércules, el personaje mitológico que serviría para representar el líder mesiánico que ellos anhelan en su resistencia al nazismo. Años más tarde, terminada la guerra, el único de los supervivientes de aquellos tres amigos regresa a Berlín y, de nuevo frente a Altar de Pérgamo, constata nuevamente la ausencia en el friso de ese mesías político que habían evocado con esperanza. Hércules sigue sin estar, pero la resistencia ha existido aunque ha tenido una estética artísticamente no descifrada. Bien podría esculpirse en aquel mármol, ese hombre anónimo del poeta Rosal que, después de todo lo perdido, se levanta, se sacude el polvo, y el polvo es oro.
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