Obras y molestias, un binomio imperfecto

En la ciudad de Almería en los últimos años se ha pensado lo justo en peatones y vehículos

La ciudad se apresta a vivir al menos dos años de colas de tráfico, siempre molestas, por las obras del soterramient o de la estación del ferrocarril. Aunque aquellos que dirigen la ciudad han tratado, van a tratar y tratarán de minimizar el impacto entre los usuarios del coche y los peatones, lo cierto es que lo primero que han hecho ha sido solicitar paciencia a quienes las vamos a padecer un día sí y otro también. Y no les falta razón. Si ya en horas punta en determinados lugares de la ciudad circular empieza a parecerse a una gran ciudad, con los trabajos del soterramiento nos aprestamos a acostumbrarnos, por las bravas, a los inconvenientes que tiene una ciudad viva, una ciudad que trabaja, una ciudad que se mueve y en la que se ha pensado lo justo en los últimos años en los peatones y mucho menos en los vehículos.

Mal que bien hemos ido sorteando los problemas, con las excepciones habituales, cuando a la administración de turno le da por hacer un arreglo durante las largas jornadas laborales sin pensar en la noche como alternativa, -eso si más cara-, para limitar el impacto en el tráfico rodado. Sea como fuere, no voy a ser yo quien critique una obra. Al contrario. Que vengan muchas y que sean capaces, si nos ponemos a exagerar, de colapsar la ciudad. Será sinónimo de mejoría, de proyectos que en el futuro a todos nos congratularán por la necesidad que tenemos de ellos y por los años y años de largas reivindicaciones. Nadie debe llamarse a engaño. Al contrario. Cada molestia, cada cola, cada espera, cada congestión significa que se avanza en proyectos largamente pedidos y que, una vez concluidos, darán paso a una ciudad más abierta al exterior, más humana y más sostenible.

Quién de ustedes no ha hecho una obra en su casa. Si es así sabrá, por experiencia, que los tormentos son muchos, que se agrandan a medida que los trabajos no avanzan como quieren y las complicaciones se multiplican en la misma medida que pretendes poner coto económico a las gastos. Pero al final, y eso también lo conocen, cuando los albañiles salen por la puerta la cara de satisfacción que tenemos por lo logrado, por lo alcanzado, es capaz de hacer olvidar tanto padecimiento. Pues algo parecido nos va a ocurrir con las obras del soterramiento de la estación del tren en la capital. Cada día de trabajos nos vamos a acordar de toda la familia de quienes las han puesto en marcha, pero les aseguro que una vez que el tren llegue a la estación y nos situemos entre las ciudades privilegiadas que tienen AVE, el olvido hará su trabajo y saldrá el orgullo habitual en estos casos por el trabajo bien hecho, por la apuesta clara y definitiva que se ha hecho, de una vez y para siempre, de una ciudad y de una provincia, cansada de estar en el vagón de cola de las infraestructuras para alcanzar la meta de un sueño que empezó a finales de los noventa y que treinta años después, se habrá cumplido. Así que sean pacientes. La ocasión, no les quepa duda, lo merece.

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