La Tapia con sifón
Antonio Zapata
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El título de este escrito es la frase que dijo Jesús en el Sermón de la Montaña y es tan elocuente que cualquier intento de explicación sería contraproducente. De este tipo de frases, tan concretas y tan lapidarias te encuentras bastantes en los Evangelios y son útiles en esos momentos en los que se te agolpan las reflexiones y conclusiones extraídas de determinados hechos, tales como la actuación de los políticos durante las horas posteriores a la célebre dana de Valencia. Si fueran políticos “con una buena ideología imbuida en su cerebro”, esforzándome mucho, podría llegar a entender sus contrastes de pareceres, sus absurdos debates, sus “... y tu más” que solamente sirven para que ellos midan cm2 de papel en el que hablan de ellos o minutos de radio, pero en un caso como éste en el que ninguno destaca por su altura, ni mental ni de miras, lo mejor que pueden hacer es trabajar por los ciudadanos en silencio y con discreción, cualidad que brilla por su ausencia. ¿De qué pueden presumir, enorgullecerse o sentirse felices durante las cruciales primeras horas del suceso?
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