El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Comunicación (Im)pertinente
La última semana de septiembre, en la hermosísima ciudad de Gdansk, la Asociación Polaca de Hispanistas celebró su duodécimo congreso. La generosidad de los organizadores los llevó a encargarme una conferencia plenaria. Por mi parte tuve la mala ocurrencia de ocuparme del contacto lingüístico entre el español y el catalán. Tampoco es que dijera algo que no fuese contrastable en una hemeroteca, aunque es cierto que no me atuve al relato lingüístico del independentismo. Se han registrado allí decisiones políticas y comportamientos sociales muy graves, peligrosamente próximos al genocidio lingüístico de los hispanohablantes. Esta, por lo demás, no es una opinión mía, sino que está considerablemente extendida entre muchos especialistas, entre políticos y agentes sociales o entre el ciudadano medio. Lamenté mi sinceridad porque causé un revuelo más que notable, no solo entre los independentistas que había en el congreso, sino también entre otros lingüistas que se consideraron aludidos simplemente por ser españoles periféricos. No termino de comprender qué hace un independentistas enfrentado al yugo español en un congreso de hispanistas. Pero más extraño me resultó que se ofendiese una profesora de Santiago a la que, en principio, ni le iba ni le venía nada de aquello. Volví el 29 de septiembre a España atribulado, más que nada por mis colegas polacos, a quienes les había causado un evidente estropicio en un congreso modélico. Pero de inmediato, el mismo 30, los ángeles de Internet acudieron en mi ayuda. Ese mismo día, Albert Soler escribía desde el Diari de Girona que la desgracia más grande que tenían en Cataluña era la lengua en la que, por cierto, escribía. Su argumento era tan esencial como difícilmente rebatible. En nombre del catalán, se había levantado un cúmulo de acciones, de inversiones, de prejuicios y de enfrentamientos. Se quejaba Soler de que había dejado de ser una herramienta de comunicación, algo útil y cotidiano, para desenvolverse entre una constante problematicidad que, además, priva de recursos a cuestiones más perentorias. Después de aquello, investigué algo sobre Soler. Gerundense, en abril pasado intentó presentar en su ciudad su último libro, “Puigdemont: el retorno del Vivales”. No encontró establecimiento que se dignara a darle acogida para el Día del Libro, así que procedió a presentarlo el día 21 en el Bar Cuéllar.
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