
Una raya en el mar
Ignacio Ortega
Plegarias
Donald Trump ha escenificado en televisión el comienzo de una nueva era. Y ha sido de forma autoritaria, violenta y chulesca, como todo lo que hace: echándole una monumental bronca al presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky. A partir de ahora, Trump y la tecnocracia americana, con su aliado ruso, Putin, se erigen en los gendarmes del mundo. El orden surgido en Yalta en 1945 ha saltado por los aires.
Ucrania, como Polonia y Checoslovaquia en el 39, va a ser desmembrada y repartida. Sus recursos naturales, esas “tierras raras” que llaman, imprescindibles para las baterías y la industria tecnológica, depredados. Antiguamente las guerras se hacían, bajo máscaras religiosas y políticas, dinásticas y de derechos hereditarios, por el territorio. La agricultura y el tráfico marítimo eran las razones económicas de la inmensa mayoría. O el dominio de rutas comerciales. Ahora ya no es necesario ocupar territorios ni enviar tropas a otro país. Basta con dominar sus recursos naturales, su riqueza. Eso es lo que pretende Trump con Ucrania. Para ello debe deshacerse de Zelensky, que es un estorbo, y poner a otro más dócil con su política agresiva y con la de Putin, su socio, que conservará Crimea y el Donbás, y con ellas su dominio del Mar Negro y su salida al Mediterráneo. De ahí la encerrona, la emboscada del otro día en el despacho oval, la bronca de bar retransmitida en directo. Trump mencionó otra vez la 3ª guerra mundial. Juega de vez en cuando con esa amenaza al mundo libre.
Europa se siente desamparada. Por ahora, sigue apoyando a Ucrania frente al invasor ruso, pero pronto se desmarcará Gran Bretaña y se pasará a las posiciones americanas como históricamente ha hecho, y comenzarán las dudas en el resto de países. Sin el escudo protector americano, con los aranceles al 25 % de los que habla Trump y con la Unión a medio terminar –sin fuerza militar unificada, sin industria armamentística potente, con el debilitamiento de la antigua locomotora alemana, con países mediterráneos poco o mal industrializados y con una extrema derecha pro Trump en auge–, Europa va a sufrir una prueba de fuego política, militar y económica al perder la alianza con los Estados Unidos.
De esa chabacana discusión de bar va a surgir un nuevo orden mundial en que los ricos ya no serán encopetados, recatados y lejanos, sino patanes soeces exhibiendo su poder de forma burda y agresiva en sus tvs.
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