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No hace muchos años, cinco o seis, nos vendieron que había llegado una nueva política a España. Se rejuvenecieron listas y liderazgos, surgieron nuevos partidos, se echó a la hoguera lo que olía a antiguo. En aquel momento de efervescencia política y social llegamos a pensar que, quizás, las nuevas generaciones (no las del PP, sino en general, no confundamos) podrían traer una bocanada de aire fresco y acabar con los viejos vicios (y corrupciones) de la política. Pero pronto se vio de aquellos polvos vinieron estos lodos.
¿Qué nos ha traído la nueva política? Así, grosso modo, líderes sin carisma ni principios, populismos vacíos de contenidos que buscan el titular fácil (y falso, muchas veces) y debates de red social, elevados de tono y con argumentaciones pobres. Y es que eso, las redes sociales, es una de sus principales herramientas. Saben que es la mejor forma de manipularnos. Y así, hasta la política local se ha visto intoxicada con la proliferación de perfiles falsos que comparte las hazañas del gobernante de turno o critican/insultan sin escrúpulos desde el anonimato.
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