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Reflejos
Siempre he repetido que existen dos posturas de afrontar la existencia, el Ser y el Estar. Ambas se contraponen y se interfieren.
Ser significa mantener una actitud ética ante la vida, un compromiso con los ideales propios, una actitud en la cual la palabra dada nos hace esclavos de nuestras decisiones. Ser, es afrontar el mundo con ánimo de contribuir en su mejora, de intentar hacer realidad los sueños, sin importar las derrotas, las inclemencias de los sucesos que abruman el trayecto hacia el objetivo propuesto, las acciones de aquellos contrarios a nuestras intenciones. Puede que no se consigan, pero constituye una manera de vivir, de entender la realidad de ser uno mismo. Lo auténtico para la persona es la base del pensamiento aplicado en el entorno social, no significando ésto confrontación, salvando las ideas propias.
Si se opta por el Estar, es cuando lo más importante del individuo consiste en permanecer en aquella posición que ha alcanzado, siendo todos los medios, necesarios para ello, válidos. El compromiso se convierte en volátil, la palabra dada en perecedera, sujeta al cambio de opinión según las circunstancias presentes, que beneficia los intereses propios. Nada está sujeto a los ideales, sino a la satisfacción personal, al éxito conseguido con estrategias que sólo ven el fin, sin considerar los medios y los daños causados en el camino. El compromiso sólo es posible si es útil para alcanzar el beneficio particular, la ética aplicada es la de un Al Capone. Todo es válido para conseguir el fin.
Estos dos principios rigen las conductas humanas, siendo la ética del bien común, la de la personalidad del sujeto que quiere contribuir en su mejora, trastocada por aquella que sólo vive en la corriente, en el fluir de las circunstancias, adecuación continua a los cambios de paisajes, acompañado de la estrategia del camuflaje.
Puede responderse a estas reflexiones que el que no se adapta perece. A ello se ha de responder que no es lo mismo la adaptación inteligente, cuando las ideas del individuo modifican los elementos del presente salvando su esencia. Hay que ser realista con las ideas, pues deben ser posibles y acordes con la situación del momento. Si no, en vez de Ser se Está en un mundo irreal y fantástico, permaneciendo en la ficción permanente, cayendo en el campo de los fanatismos, cultivo de los pretendidos Paraísos mesiánicos.
Ser representa aceptar la realidad como es, intentando intervenir en ella con el propio criterio, sometido siempre a la fidelidad de los principios.
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