Vía Augusta
Alberto Grimaldi
¿Podemos puede?
Puedes escribir sobre temas educativos, claro que sí. Tampoco interesa a tanta gente. Al fin y al cabo, los grandes temas son los que dicta el circo de los grandes medios. Puedes escribir sobre política educativa, inmigración, violencia de género, sobre las guerras, la pandemia, las tecnologías y su impacto («fake news», uso de móviles, TIC en las aulas…), metodología, innovación… y si quieres puedes hablar sobre democracia, justicia social, igualdad de oportunidades y todo tipo de temáticas sociales en la escuela. Puedes escribir sobre la convivencia en las aulas, la organización escolar, el acceso a la función docente, y muchas más temáticas.
Pero ojo, lleva cuidado con tocar el vellocino de oro de las notas, las calificaciones. Como si el ser humano solo aprendiera si se le adjudican números. Como si cuando vemos un documental, nos cuenta algo un vecino, miramos un manual de instrucciones de Ikea, vemos tutoriales de Youtube, un amigo nos enseña unos acordes con la guitarra o reflexionamos sobre lo bueno y malo que hemos hecho en una situación, alguien, nuestro ángel de la guarda o una pantalla en la retina nos mostrara un cartelito que nos dijera «tienes un 1» o «tienes un 8». Menuda tontería. Absurdo, surrealista, ¿verdad? Entonces, si la mayor parte del tiempo aprendemos sin calificaciones, ¿por qué en la escuela nos parecen intocables?
Como se te ocurra hablar de que no haya calificaciones o de que no se les dé la importancia y la presencia que actualmente tienen, al menos en la etapa obligatoria, vendrán legiones de docentes a cuestionarlo, a insultarte… Así, como lo oyes. ¿No parece significativo que no se eleve el tono (salvo excepciones) en ninguno de los temas educativos pero sí en las calificaciones?
Así entendidas, las calificaciones son lo contrario a la dialogicidad de Freire o a las pretensiones de validez que propone Habermas. Las calificaciones son un argumento de poder, en estado puro. Se imponen de manera externa aunque resulten incomprensibles, incoherentes o ininteligibles para las personas. Promueven en un aprendizaje por miedo a la sanción (el suspenso) o buscando un reconocimiento ajeno al aprendizaje. Por tanto, el profesorado que responde de manera tan agresiva seguramente siente que sin calificaciones pierde su principal herramienta de opresión. Su mensaje es claro: «habla de lo que quieras, pero no nos toques los ceros».
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