No quedan días de verano

21 de septiembre 2024 - 03:07

Dicen que un día es sólo un día. Pero un día también puede transformarlo todo, especialmente si es verano. Un día es capaz de devenir en una decisión firme, sembrar la semilla de un pensamiento sereno o forjar un sentimiento profundo. Un día, sin más, cambia el rumbo de los acontecimientos y lo hace para siempre. También he comprobado cómo en un sólo día la melancolía se transforma en ilusión. Suficiente un único día para que la certeza toque a las puertas del corazón, y consiga que las dudas se disipen. Un día, un molinillo de viento se posa en mi mano. Un día, apareciste tú.

Ha sido un verano caluroso, aunque no para ti. El trabajo, intenso. Y no han sido pocos los quebraderos de cabeza, más propios de otras épocas del año. Te veo en la distancia de un recuerdo matutino, ya lejano, como si hubieran pasado años y no semanas. Momentos únicos que ahora se entremezclan con llamadas desde la oficina, reuniones, aroma de café y el frenesí de una ciudad inmersa en su vuelta a la rutina. Inolvidables días a tu lado que ahora se me escapan entre los dedos cuando trato de acariciarlos. Llega la noche, y no encontrar tu mano en la oscuridad se hace complicado. Más aún abrir los ojos y no ver tu sonrisa perfecta iluminada con las primeras luces del alba. Entonces pensarte resulta la mejor medicina prescrita, la esperanza de saber que en unos pocos días te podré tener entre mis brazos de nuevo, ya rodeados de la realidad que el estío oculta con tanto celo.

Todos los cuentos tienen un final, no siempre feliz. Pero nunca quise un cuento contigo. Quiero esta realidad poderosa, palpable y edificada en el día a día que ahora siento con los primeros vientos fríos. El sueño de una noche de verano transformado en la crudeza del invierno en Lisboa, tus defectos haciendo las paces con los míos y nuestras virtudes desnudándose lentamente mientras se miran a los ojos.

Hoy es veintiuno de septiembre, y tu esencia de reina impregna mi vida desde que decidiste cruzar ese paso de cebra. Eras conocedora de lo que estaba por venir, y yo, confiado de mí, supuse que las bicicletas siempre fueron para el verano. Ahora entiendo que un verano no tiene fin si dos no quieren, que la vida puede ser más corta de lo que nos cuentan y que amarte profundamente ha sido la decisión más loca y acertada que mi cabeza nunca quiso tomar.

Ya no quedan días de verano, pero sí quedas tú.

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