
¿Qué eh lo que eh?
José Antonio Hernández
Solo faltan los extraterrestres
Decididamente, no me gustan las procesiones. Hace muchos años que rehúyo asistir a sus desfiles y solo me entero de ellas a través de las noticias que nos caen en cascada desde todos los medios de comunicación. Nos dan cuenta puntual de las que han salido, de las que no han salido, de las más vistosas y las menos vistosas, de las vicisitudes que se producen en lo que llaman, no sé por qué, “estación de penitencia”. Lo que más me desconcierta es que no sé a qué carta quedarme porque encuentro en ellas una ambivalencia flagrante. No sé si son una manifestación de religiosidad o son un desfile vistoso y deslumbrante de carácter festivo rigurosamente civil. Acudiendo a sus orígenes está claro que debería ser algo religioso. Es la conmemoración de un hecho histórico documentado y que supuso un nuevo rumbo en la historia de la humanidad. Pero fueron hechos luctuosos, crueles y muy amargos que, según nos cuentan, no tuvieron parangón con las otras muchas crucifixiones que infligieron los romanos de la época. Se supone que esos días (a excepción del domingo) deberían ser de reflexión sobre el significado de la pasión y la muerte de Jesucristo. Y si se procesiona, las actitudes de los que participan como actores o como espectadores deben estar lejos de exhibiciones y de aplausos. Pero ambas cosas se dan con excesiva frecuencia. “Hagamos una levantá”, dice el capataz animando a los costaleros. Y ellos, obedientes al golpe del mazo, hacen como si quisieran subir a los cielos el paso, y lo dejan caer sobre sus hombros. Y eso levanta el entusiasmo de los asistentes y aplauden con fervor a los costaleros. ¿Y qué tiene que ver ese comportamiento con la seriedad que debe acompañar a una procesión? Son actos propios de un desfile militar o de una demostración gimnástica, pero no de este contexto. Y si añadimos la vistosidad de los capiruchos, las capas, las doradas varas de los dirigentes, me parece que ya se sale de lo estrictamente religioso. Y el lujo de las carrozas, doradas y llenas de luces y flores, y el esplendor de las imágenes, y las fanfarrias que repiten una y otra vez de modo incongruente La Saeta de Serrat y Machado, y las legiones romanas, y las mantillas elegantes, muy elegantes… ¿qué es todo eso? Y me debato entre estar asistiendo a un acto religioso o a un festival llamativo: ¿es esto o lo otro, o esto y lo otro, o más lo otro que esto? Y para evitarlo, me quedo en casa.
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