No todos somos iguales

04 de agosto 2024 - 03:11

Le copio a un dirigente del Psoe el título. No somos iguales. Es evidente que no lo somos. No todos tenemos hermanos en la presidencia del gobierno, ni hermanos en la alcaldía de una ciudad, ni tías a las que ofrecer un puesto de trabajo, ni un familiar que nos cuele en la lista de espera de la sanidad. Tampoco tenemos un Pumpido en el TC que nos amnistíe, una magistrada a la que pusimos una medalla sobre el pecho o un ministro del interior que nos defienda con un regimiento de esos policías que deberían estar en las calles apoyando a los ciudadanos.

Claro que no somos iguales. Tenemos un gobierno que ha parido leyes para defender a los delincuentes. Leyes donde no se respeta la propiedad privada, la que no sea de ellos; donde se apoya a los okupas, siempre que no sea un local de un sindicato afín, que entonces en 24 horas la policía lo desaloja. Leyes para que los que no condenan la violencia de los asesinos etarras puedan seguir acojonando a los españoles que viven en el País Vasco o en Navarra. Gobiernos que hacen oídos sordos ante las lamentaciones de los padres porque las escuelas de Cataluña, Galicia y otros puntos del país por no poder educar a sus hijos en el idioma materno, y que hoy mantienen más de quinientos millones de personas como el segundo gran idioma del mundo.

Claro que no somos iguales. Hay gobiernos que mandan callar a los fiscales cuando estos están por defender la ley que nos hace desiguales, que amenazan a unos jueces por hacer su trabajo, y premian a otros cuando se ponen de perfil ante las continuas afrentas de parlamentos como el catalán. Políticos que pactan mantener engañado al ciudadano ante las agresiones que sufren en sus barrios y calles. Policías a los que se les obliga a no dar el nombre del delincuente, siempre que no sea nativo de este país.

Claro que no somos iguales. Las leyes no parecen estar redactadas para la gente de bien, no son ellos a los que hay que defender, son a esos que tienen diez, quince, veinte detenciones y sigue entrando y saliendo del juzgado como si fuese el salón de su casa, y el señor juez un padre que le aconseja que sea un buen chico, que no siga por ese camino, que tendrá un duro final. Claro que no somos iguales los ciudadanos. Unos ponen la mejilla, los otros los puños, cuando no las navajas.

Claro que no somos iguales. Y encima dicen que la sociedad empieza a ser escéptica ante la democracia que está viviendo, y que esta es una mala enfermedad.

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