Narrativas que sanan

26 de noviembre 2024 - 03:09

El gusto por escuchar y contar historias se remonta a nuestros orígenes más primitivos. No resulta difícil imaginar aquellas noches prehistóricas en las que el grupo se reunía al calor de una hoguera y los miembros más imaginativos narraban historias de caza, mitos y leyendas. Hace un tiempo leí que, incluso nuestro éxito como especie, se basó al principio en la capacidad de los abuelos de contar historias a sus nietos. En aquellas sociedades recolectoras y cazadoras, donde madre y padre marchaban a conseguir el sustento, los niños pequeños se quedaban al cargo de los abuelos y estos, faltos de fondo físico para corretear tras ellos, echaban mano de la inventiva para contar cuentos.

Sea como fuere, no hay duda de que el ser humano es eminentemente narrativo. Y prueba de ello es que libros, películas y series siguen siendo una gran fuente de ocio para la mayoría. Nuestra fantasía y nuestra realidad se construyen en base a una narración. Y esto, como paréntesis, lo saben bien la caterva de políticos que se despellejan entre sí para ganar lo que ahora llaman “la batalla por el relato”. Quien imponga su crónica, da igual que sea cierta o falsa, será quien resulte vencedor.

Pero volvamos a lo nuestro y sigamos resaltando la importancia de la narrativa en nuestra psique. Existe una corriente terapéutica del narrativismo que apuesta por una idea simple. Si bien es cierto que no podemos cambiar los hechos de nuestra vida, siempre tenemos opción de modificar el significado que les atribuimos. Según los creadores de este enfoque, los problemas no son inherentes a las personas sino que son la narrativa que hemos construido alrededor de ese problema lo que nos genera síntomas. Por ejemplo, si en nuestra cabeza está “que fracasamos constantemente” viviremos constantemente bajo el yugo de nuestra propia historia. Pero si, por el contrario, decidimos reinterpretar esos hechos, podremos crear una narrativa que nos ayude a librarnos de su peso y a seguir avanzando: “aunque no me han salido bien algunas iniciativas, he aprendido mucho en el camino y ahora tengo más posibilidades de éxito”.

Para cerrar, me gustaría proponer un pequeño ejercicio para el lector. Tómese unos minutos y escriba una pasaje doloroso de su vida. Luego, haga un esfuerzo y desarrolle una versión alternativa donde los logros y el aprendizaje obtenido tengan un papel relevante. ¿Verdad que cambia el cuento?

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