Antonio Lao
El silencio de los pueblos
Por razones que no vienen al caso, en las últimas semanas he tenido la oportunidad de profundizar en la música clásica y en el mundo que rodea a las orquestas. He escuchado horas y horas de conciertos, con los más variopintos repertorios, en el que se han mezclado los autores y sus composiciones más conocidas con otras que no lo son tanto. Lo cierto es que en algún momento he llegado a sentirme como Don Quijote, que de tanto leer libros de caballerías, como el Amadís de Gaula, por ejemplo, al final decide ser él unos de esos héroes que lo deslumbraron y por los cuales perdió la cabeza. En esa línea, y ahí lo dejo, he llegado a pensar en las posibilidades que tendría Almería como ciudad de turismo de música clásica. Una especie de "Mini Viena", en la que cada mes tuviéramos la oportunidad de acudir a dos o tres conciertos. No se trata de buscar espectadores en los melómanos de la provincia, que sí, sino lograr que acudan a la ciudad en su búsqueda. Vamos, lo que es Málaga con los museos, pues Almería con las creaciones de Beethoven o Mozart.
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