
Antonio Lao
La agricultura de Almería y los aranceles
La leja
En un mundo herido por la indiferencia ecológica, la voz femenina resuena como un eco de esperanza y sensibilidad. En su encíclica Laudato Si’, el Papa Francisco nos llama a contemplar la Tierra como una madre que nutre, protege y también sufre por el daño que le causamos, apelando a una “conversión ecológica” que despierte en todos la responsabilidad de cuidar nuestra casa común. Esta visión encuentra un profundo eco en la sensibilidad femenina, históricamente ligada al cuidado, a la vida y a los vínculos comunitarios. No se trata solo de una crisis ambiental, sino de una “crisis socioambiental”, donde el clamor de la Tierra se une al clamor de los pobres. Ante esta realidad, nuestra intuición aporta una mirada profundamente valiosa: integradora, protectora y sostenedora de la vida. Históricamente vinculadas al cuidado —de las personas, de los vínculos, de los entornos— las mujeres han sido y siguen siendo líderes en el compromiso con el planeta. Las voces femeninas han estado al frente de iniciativas transformadoras que protegen el medio ambiente y promueven un desarrollo sostenible. Desde comunidades rurales hasta escenarios internacionales, su liderazgo ha sido clave para tejer redes de compromiso ecológico. La sensibilidad femenina, con su mirada integradora, reconoce la interdependencia entre los seres humanos y la naturaleza, y propone soluciones que parten del respeto a la vida en todas sus formas.
Ejemplos hay muchos y poderosos. La keniana Wangari Maathai, Nobel de la Paz, impulsó el movimiento Cinturón Verde, que logró plantar millones de árboles y empoderar a miles de mujeres en África. En América Latina, Berta Cáceres, hondureña y defensora de los pueblos indígenas y de los ríos, entregó su vida por la defensa del territorio. Más cerca de nosotros, innumerables mujeres anónimas trabajan cada día por prácticas agrícolas sostenibles, por el reciclaje comunitario o por la educación ambiental en sus barrios y escuelas. En el marco del Día de la Tierra, que celebramos cada 22 de abril, reconocemos este liderazgo femenino que, muchas veces desde lo invisible, sostiene la vida y la esperanza del planeta. Urge escuchar sus voces, promover su protagonismo y reconocer que el cuidado de la Tierra comienza también por valorar lo que tradicionalmente se ha llamado “cuidado”: una tarea que no es menor, sino esencial. Como recuerda Laudato Si’, “todo está conectado”. Y en esa red de relaciones, la mujer tiene un papel vital como guardiana de la creación, sembradora de futuro y constructora de paz.
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