Pues yo lo veo así
Esteban Requena Manzano
Tergiversaciones agrevivas
Una expresión frecuente, que solemos usar para infundirnos ánimo o justificar alguna acción es “sólo se vive una vez”. Pareciera que esta frase nos recuerda la brevedad de la vida y la obligación de disfrutar al máximo mientras dure la fiesta. Pero ¿qué pasaría si cambiáramos un poco el enfoque y orientásemos nuestro devenir susurrándonos a nosotros mismos “sólo se muere una vez, vivir, vimos cada día”. Esta perspectiva nos invitaría a ver la vida no como una cuenta regresiva hacia el inevitable final, sino como una oportunidad diaria para llenarnos de experiencias, vivencias y aprendizaje. Como decía aquella canción de Serrat, “hoy puede ser un gran día”, cada mañana es una posibilidad renovada. La vida no es ese instante fugaz de la muerte, sino todos aquellos momentos que tenemos desde el primer hasta él último aliento. Pensar en nuestra vida como algo que sucede todos los días nos permite liberarnos de la presión y de la obligación de “vivir a tope”. Nos anima a disfrutar de los pequeños detalles cotidianos que, a menudo, pasamos por alto: la brisa fresca, el calor del sol en una mañana de invierno o el abrazo de un ser querido. Son esas pequeñas cosas las que, en realidad, construyen el verdadero sentido. Vivimos en una sociedad que mitifica e idolatra lo extraordinario. Las redes nos impulsan a buscar el próximo hito. Nos enseñan que la vida es una sucesión de metas volantes hasta que cruzas la última y caes desfallecido para siempre. Pero vivir cada día es una oda a los momentos cotidianos. En la rutina, en el trabajo, incluso en el atasco es donde realmente se despliega el significado completo de estar vivos. Aprovechar cada instante, creo, no es darse prisa en disfrutar la vida. Vivir no es acercarse constantemente a lo inolvidable sino apreciar lo que tenemos delante, por común y pequeño que nos parezca. Vivir cada día es entregarnos a la cotidianeidad, asombrarnos con lo común y descubrir el secreto de lo normal.
Al final, todos compartimos un destino común. La muerte es una certeza ineludible y quizás, junto con el propio nacimiento, las únicas experiencias absolutamente comunes a todo ser humano. Pero mientras llegue ese momento aprovechemos para sentir y amar lo que tenemos delante. Busquemos la oportunidad, en cada jornada, de ser conscientes de abrazar la vida en su expresión más sencilla pero plena. Solo se muere una vez , pero vivimos cada día.
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