
A Vuelapluma
Ignacio Flores
Un buen kit de supervivencia
No se extrañe. Los hay y en demasía. En la era digital a los dispositivos móviles ha traspasado fronteras insospechadas, incluso invadiendo espacios tan íntimos como los vestuarios de los gimnasios. La presencia constante de teléfonos móviles en estos lugares, lejos de ser una simple comodidad, se ha convertido en una preocupante intrusión en la privacidad. La falta de restricciones y respeto hacia la desnudez en estos espacios es alarmante. Nadie debería sentirse vulnerable en un vestuario, temiendo que imágenes no autorizadas circulen sin control. Es momento de reflexionar sobre el alcance de nuestra dependencia tecnológica y establecer límites para preservar la dignidad y privacidad de cada persona, ya sea hombre o mujer.
Lo que escribo a continuación es real. Una chica de cerca de los treinta años, realiza sentadillas concentrada mientras se graba un vídeo para las redes sociales. Por detrás, un hombre no deja de mirarla descaradamente y de manera intimidante. Llegando incluso a interrumpirla para darle un consejo que ella no ha pedido. Especimenes de esta clase abundan. Tras rechazarle amablemente, la chica prosigue con su ejercicio. Pero el energúmeno sigue ahí mirándola, intimidándola. Él es un “gymcreep” (mirón de gimnasio) y ella, desafortunadamente, no es un caso aislado. Como ella, miles de mujeres han empezado a exponer públicamente el acoso al que son sometidas en el gimnasio en redes sociales bajo unos hashtags que acumulan decenas de miles de vídeos.
Ha sido con el auge de las redes sociales y el empoderamiento que muchas chicas han empezado a compartir contenido en internet sobre sus entrenamientos y rutinas. Graban sus entrenamientos y los comparten en redes sociales como Instagram, Youtube o TikTok para motivar a otras personas y arrastrarlas a la vida activa. Hasta ahí, normal, el problema surge que esta exposición pública, además, ha llevado a la primera línea una serie de comportamientos que hasta ahora muchas de ellas sufrían en silencio: el acoso en el gimnasio.
Es injustificable. Si alguien molesta, entra en juego los derechos de las mujeres y esa persona no tiene derecho a mirarla de manera lasciva. Romper el silencio es la mejor forma de parar las violencias, como las miradas descaradas que hemos citado. En este sentido, queda mucho trabajo por hacer para crear conciencia.
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