Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
Todos nos hemos visto en esa situación más de una vez. El tiempo adquiere una dimensión especial cuando estamos frente al microondas. “¿Cuánto puede durar un minuto?”, llega uno a preguntarse. Igual a los más serios esta cuestión les parece una chorrada. “Un minuto es un minuto”, pensarán algunos. Pues no exactamente, listos.
En 1905, Einstein publicó la teoría de la relatividad especial. En ella nos contaba cómo el tiempo no es una constante, sino que depende de cómo de rápido te muevas. Si te desplazas a velocidades cercanas a la luz, el tiempo transcurrirá más despacio comparado con alguien que esté quieto. Si alguien se montase en una nave que alcanzara esa velocidad y estuviera viajando durante años, sufriría un desfase de decenas de años con respecto a quienes nos hubiéramos quedado en la Tierra. Incluso, sin necesidad de montarse en ese cohete, sabemos (medido por relojes atómicos) que el tiempo transcurre más lento en los aviones que en tierra firme (milisegundos, pero ahí están).
¿Pero qué tiene todo esto que ver con nuestro microondas y la eternidad que nos evoca ese minuto?
Pues aunque la ciencia demuestra que el tiempo es relativo, la percepción que tenemos del mismo es aún más relativa. Mientras esperamos frente al microondas, el tiempo se detiene. Los cobardes recurrirán al móvil para calmar la angustia, pero quienes se enfrenten al micro a pelo comenzarán a sufrir los efectos de la nada. “¿Debería aprovechar este minuto?” ¿Por qué siento que me observan? ¿De verdad estoy haciendo con mi vida lo que quiero?
Llamadme exagerado, pero esos 60 segundos, si te pillan en un día tonto, pueden cambiarte la vida.
Bueno, igual me estoy pasando un poco. Pero sí veo una paradoja en cada vuelta que da el plato del microondas. (Por cierto, de mañana no pasa que lo limpio bien por dentro). Ese minuto es una suerte de microcrisis existencial. Un minuto sin producir, tampoco de disfrutar, menos aún de descansar. Un minuto de vacío que no sabemos cómo gestionar.
Pero, como optimista irredento y psiquiatra a tiempo parcial, considero que cualquier circunstancia puede ser terapéutica. Rindámonos frente a esos sesenta segundos, no huyamos ni lo apaguemos antes. Miremos más allá del anaranjado interior del micro y contemplemos la inmensidad del tiempo. Respiremos al compás de su run run y disfrutemos de la campanilla que nos anuncia un plato caliente… y un corazón en calma.
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