Opinión
Reinauguración del sagrado corazón de jesús
Explicar lo que alguien no tiene ganas de comprender es algo que sabemos los docentes que no merece la pena; más aún, si de algo de ciencia se trata. Sin embargo, hay una excepción, que a todos los tontos maravilla: la ciencia ficción. Comprobado: cuanto más absurda es una noticia, más atención se le presta. Nos va la marcha. En días pasados, se nos daba la noticia de que la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio reconocía que hay un 5% de casos de objetos voladores no identificados que quedan fuera de una explicación verosímil. Pues bien, ya le falta tiempo a quienes no saben hacer la O con un canuto a colegir que hay vida extraterrestre. Del mismo modo, se queda el personal muy sobre excitado al escuchar cómo la inteligencia artificial (IA) va a hacer que desaparezcan cuantísimos puestos de trabajo: y organizamos generosos debates, sobre algo que no tenemos mayores certezas que consejos dados por sus propios creadores, con personas que no tienen la más mínima formación aunque sean profesionales de las tertulias, para decir banalidades que nada resuelven sin entrar en el meollo de la cuestión: ¿al servicio de quién está la IA? Porque no es problema la ficción de que un día se nos rebelen las computadoras: ese día les mandamos a la policía, que para eso el ejercicio de la violencia es potestad de los Estados, y les aplacaremos esa ansia.
Sin embargo, cuando la ciencia habla en serio, no le hacemos caso. Concretamente, cuando se hacen planteamientos como la Teoría del Decrecimiento, el personal se desternilla de la risa. Por lo visto es un despropósito: ¿de verdad creemos que las materias son inagotables? ¿Acaso no somos conscientes de que la materia en nuestro planeta es finita por mucho que la técnica permita un paso tras otro en la utilización de nuevos materiales? Y claro, preferimos creer que el final de nuestro planeta está dentro de cinco mil millones de años, cuando la estrella que rige nuestros días engulla a este planeta que nos alberga. Incautos: acabaremos con él mucho antes de esos cinco millardos de años que el Sol nos da de ventaja.
Un panel de científicos ha planteado que de los nueve indicadores que señalan dónde están los límites que pueden invertir el proceso que indica que no hay marcha atrás en el impacto antrópico sobre el planeta, ya hemos superado siete de ellos. ¿Quieres esperar esos 5.000.000.000 de años para comprobarlo?
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