
La Rambla
Julio Gonzálvez
Pareces más joven
De Reojo
La especie humana gusta de equiparar sus aptitudes conductuales con las que son propias de otras especies y a veces presume de tener la astucia del lince, la picardía del cuco o la bravura del toro. Con las ratas las comparativas suelen ser menos nobles, aunque su coincidencia genética y adaptabilidad social sea, junto con los primates, la más cercana: nuestro genoma coincide un 99% con el suyo. Una coincidencia que cobra relevancia cuando vemos que en 2024 caen en picado los nacimientos, en una tendencia vertiginosa desde hace años y a pesar de algún repunte ocasional a rebufo de la inmigración. Hay expertos que califican de debacle esa caída de natalidad, que ven imparable, sin que además lleguen las políticas de ayudas o incentivos fiscales que animen a las mujeres a parir, materia donde seguimos en la cola europea de gasto público. Un descenso que justifica que algún estudio demográfico reciente vaticine que la población mundial disminuirá con un ritmo de regresión acelerado. Pronóstico que me vuelve a evocar al etólogo norteamericano Calhoun y su ensayo sobre las patologías derivadas de la densidad demográfica que pueden conducir al descalabro social. El experimento, publicado en 1962 consistió en introducir varias parejas de ratones en unos habitáculos cerrados donde tenían agua, comida y un entorno con túneles y nidos, sin predadores ni enfermedades: perfecto para convivir y reproducirse en paz, aunque siempre dentro del espacio limitado. Así que los roedores se reduplicaron y en un año eran ya cientos, y en el segundo miles, los que poblaban el mismo recinto, organizados en distintos grupos sociales, cada uno con su macho dominante. Pero entonces se inició una reducción drástica de las relaciones heterosexuales y se desplomó la tasa de natalidad, mientras acrecían los machos dedicados a acicalarse el pelaje, evitando chicas y peleas: Calhoun les llamó “los guapos”. Dos años después a pesar de vivir en la abundancia, apenas sobrevivían 20 hembras y 4 machos, todos ancianos. Acaso Calhaun tuviera razón cuando veía ese extravío social de la rata como una metáfora sobre el destino de la humanidad, y proponía analizar los efectos negativos del estrés, la alienación, la sexualidad pervertida o de la deficiente educación de las nuevas generaciones. Pero eso, quizá no bastaría: luego habría que regenerar pautas de interacción social saludables. Y eso, con estos políticos no es creíble.
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