
A Vuelapluma
Ignacio Flores
Un buen kit de supervivencia
Miro, veo y escucho con estupor el uso generalizado en los medios de comunicación y en personas de a pie de la palabra MENA, un término referido a niños y adolescentes migrantes no acompañados. Aquí no les espera nadie y, por tanto, debe ser el Estado (en realidad las Comunidades Autónomas) quien se haga cargo de ellos a través de un Protocolo Marco de Intervención basado en la Ley de Extranjería, la Ley de Infancia y el Código Civil. Un término casi peyorativo que han hecho suyo el partido xenófobo Vox y periodistas y tertulianos que también lo son. Las palabras señalan y nos sitúan, nunca son inocentes, nos definen y nos identifican según de quién vienen y en que contexto se digan. La UNICEF les llama “niños migrantes no acompañados”, además, les llamamos Menas, porque es la usada en informes oficiales y ha adquirido carta de naturaleza.
La mayoría de los Menas son varones (94%) y por su origen predominan claramente los marroquíes, lo que equivale al 67% del total. A mucha distancia están los procedentes de Gambia, Argelia o Senegal. También llegan Menas de América Latina, como son Colombia, Honduras, Brasil, Paraguay, pero en proporciones muy modestas y en estos últimos con mayoría de chicas.
Con la edad de los Menas existe un problema. Muchos de los que realmente no son menores vienen indocumentados para evitar su posible expulsión del país. Eso obliga a la comprobación de la edad que tiene muy baja fidelidad, lo cual provoca que algunos jóvenes sean aceptados como Menas cuando realmente no lo son.
En general, son acusados de delinquir con frecuencia y de no querer trabajar. Que hay Menas que cometen delitos es un hecho probado y incontrovertible, pero ni los actos son de extrema gravedad, ni autorizan la criminalización de todo este colectivo que huye de la miseria y la hambruna.
Las palabras y en el contexto, Mena, hay que usarlas con una mirada humanizada y acorde a los derechos humanos, sería lo propio en una situación tan grave como la que vivimos en la llegada a España, y particularmente a Canarias, de esos niños y niñas, con esa negociación cínica y terriblemente mercantilizada sobre su “reparto” por nuestras ciudades. Son menores que escapan de la miseria buscando un futuro y un mundo mejor, es solidario actuar. Se trata de derechos humanos. Usemos las palabras adecuadas con humanidad para que también el periodismo y la sociedad lo sean.
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