La Rambla
Julio Gonzálvez
Un deber de los humanos
En el campo de concentración nazi de Saschenhausen, a las afueras de Berlín, unas letras enormes de acero reproducen las palabras de un superviviente, afirmando que Europa solo puede avanzar si reconoce y es consciente del dolor causado a tantas personas, de diferentes maneras, por el fascismo.
Por otra parte, en la mismísima plaza Potsdam de Berlín, en un museo sobre la historia de Alemania, varios carteles recuerdan la prohibición total de levantar el brazo, haciendo el saludo fascista. Se ven grupos de escolares y de militares visitando el museo. El guía nos lleva al punto exacto donde Hitler se suicidó, donde estaba su búnker. Nos recuerda que entró al poder con apenas un tercio de los votos y que hoy en día aún existen numerosas firmas comerciales que colaboraron con el fascismo: Bayer, Hugo Boss, Vokswagen, BMW, Allianz… Nos habla no solo de los judíos, sino de gitanos, homosexuales, discapacitados, o socialdemócratas asesinados por el régimen. Hoy en día el búnker es un solar donde crece la hierba silvestre, un aparcamiento y varios edificios de viviendas. Del cuerpo de Hitler nada se supo, por evitar peregrinajes. A pocos metros de allí, miles de personas gritan y se divierten en la puerta de Brandemburgo. Es la fiesta del Orgullo, de Berlín. Bajo el lema «la democracia necesita la diversidad», en un ambiente absolutamente festivo y desenfadado, jóvenes, familias y personas de todas las edades bailan y celebran que somos libres de amar.
En este contexto, es inevitable plantearse ciertas cosas: ¿seguirán existiendo descendientes de nazis? Por supuesto que sí. ¿Tienen derecho a manifestarse o a que sus ideas sean respetadas? Tienen clarísimo que no. ¿No son los colaboradores de un régimen tan culpables como el propio régimen? ¿qué pasa entonces con aquel ridículo dictador español (a ojos de Hitler) que prestó ayuda al nazismo? Si España tuvo también su propio dictador fascista, ¿acaso su fascismo fue «bueno»? ¿es posible la equidistancia o la neutralidad cuando hablamos de dictaduras fascistas? A la izquierda se nos acusa de no avanzar, de no dejar de mirar atrás, de que eso pasó hace mucho tiempo, pero es imposible que nuestra sociedad progrese, que aprendamos la lección y que no vuelva a suceder si no recordamos a las nuevas generaciones y nos recordamos a nosotros mismos nuestra propia historia. No hay justicia, reparación ni progreso sin memoria.
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