Paseo Abajo
Juan Torrijos
Planes de emergencias
Areunirnos con amigos para charlar un rato (con permiso de los móviles) ahora se le llama ‘socializar’, y según los expertos esta práctica mejora el estado de ánimo y mantiene activo el cerebro. Y también hay que vivir nuevas experiencias. Tú te apuntas a una excursión en autocar a Waterloo (que las agencias de viajes no tardarán en ofrecer), para ser recibido por Puigdemont (‘Las audiencias de Puchi’ se ampliarán a grupos en visitas guiadas, aunque el fugado a quien espera es a Pedro, que se hace el remolón, a ver si aprende del de la UGT), y además de socializar un huevo y hacer nuevas amistades durante el largo trayecto, vives la experiencia única de ver al prófugo en persona y de escucharle, que es algo que igual te cambia la vida: de tener un sueño normal y reparador puedes pasar a padecer insomnio o sufrir pesadillas. Los expertos llevarán razón, pero socializar puede ser a veces, tal como está el patio, contraproducente. El otro día socialicé un poco en una terraza y la conversación giró hacia los negocios de Begoña Gómez. La tensión creció hasta que alguien dijo algo así como “me importa un pimiento si hay caso judicial o no, ética y estéticamente no tiene un pase, ¿o es que esta mujer habría hecho la misma carrera profesional si no llega a ser la esposa del presidente?”. “¿Por qué no?”, soltó otro que hasta ese día parecía una persona cabal y juiciosa, y la velada terminó de mala manera. Total, que volví a casa con millón y medio de neuronas menos y tuve que poner el concierto para piano número 5 de Beethoven para recuperarlas, que los entendidos también dicen que si lees un libro, miras un cuadro, escuchas música o, simplemente, das un paseo por la montaña o la playa, puedes establecer nuevas conexiones neuronales. El patio está muy chungo, los políticos nos quieren polarizar más cada día, muchos tertulianos y tertulianas hacen lo mismo y, aunque parece que la sociedad está más calmada, si rascas un poquito… Hay que socializar, sí, pero bien, porque si no, más vale estar solo. Ojo con tantas reuniones estos días: tal vez habría que mostrar tarjeta roja al que empiece a hablar de política o, mejor dicho, de esta política. “Hay que ver, hora y media de espera para que el camarero nos asigne mesa y poder tomar unas cervezas y unas tapas... Si es que la economía va como un cohete…”. ¡Peligro, de momento amarilla! Les deseo una apacible Navidad.
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