El matiz liberal de la bandera nacional

31 de agosto 2024 - 03:07

En 1707 el Rey Felipe V firmó un Real Decreto (RD) que decía: “…Y es mi voluntad que cada Cuerpo traiga una Bandera Coronela blanca con la Cruz de Borgoña, según estilo de mis Tropas, a que he mandado añadir dos Castillos y dos Leones, repartidos en cuatro blancos, y cuatro coronas que cierran las puntas de las aspas…”. Con este RD se institucionalizó el uso de la Bandera blanca con la Cruz de Borgoña como enseña de nuestros Ejércitos, utilizada ya de hecho como distintivo por nuestras Tropas desde el siglo XVI.

Ante el uso de Pabellones blancos también por otras Armadas y la confusión que generaba en el mar a grandes distancias, en 1785 el Rey Carlos III quiso terminar de una vez con los errores de identificación, eligiendo una Bandera de tres franjas horizontales (encarnada, amarilla, encarnada, la segunda de doble anchura) para la Armada y una distinta, con cinco franjas (3 amarillas y 2 encarnadas intercaladas) para la marina mercante, que estuvo en vigor hasta 1927 en el que el Rey Alfonso XIII la unificó con la de la Armada. El RD de Carlos III por el que se institucionalizaron en la Armada y la marina mercante estas Banderas, hacía referencia expresa a ellas como “Bandera Nacional”.

En 1786, el modelo de Bandera nacional izada en los buques de la Armada se mandó izar también en los arsenales, y por las ordenanzas navales de 1793, ya con Carlos IV, en plazas y fuertes del litoral, en tanto que el Ejército seguía manteniendo la Bandera blanca con la Cruz de Borgoña. La guerra de la Independencia y más tarde durante el trienio liberal (1820-23), abrieron paso al uso cada vez más frecuente de la Bandera rojigualda como nacional, más allá de su uso en la Armada y enclaves marítimos, en contraposición a la blanca, llamada Real.

La Bandera rojigualda se asoció al recuerdo de las Cortes de Cádiz y al ejército de la Isla, sublevado en 1820, y acompañó a las tropas que juraron la Constitución en Madrid el 9 de marzo de 1822. De igual manera, adornó las cintas con las que se premiaron los servicios de los ciudadanos que lucharon en Madrid contra la conspiración absolutista de julio de ese mismo año. Pero donde se extendió durante el trienio liberal el uso de la rojigualda como Bandera Nacional fue en la Milicia Nacional, cuyo reglamento inicialmente disponía la adopción para sus Batallones de Banderas moradas, “como los antiguos pendones de Castilla”, pero en agosto de 1820 se debatió en las Cortes un nuevo reglamento, acordando la comisión parlamentaria correspondiente modificar el artículo referido a la Bandera, el 70, que finalmente sería aprobado y publicado como el 72 del Capítulo VII del reglamento, y que decía:

“Todo Batallón de Milicia Nacional tendrá su Bandera correspondiente, cuya asta será de 8 pies y medio de altura con el regatón y moharra; el tafetán de siete cuartas en cuadro (1,46x1,46m), formado por dos franjas rojas y una amarilla intermedia, todas de igual anchura; en la faja superior estará inscrito el nombre de la Provincia, en la intermedia la palabra CONSTITUCIÓN, y en la inferior el nombre del pueblo y número de Batallón, donde hubiese más de uno: la corbata será de los mismos colores expresados. La Bandera se depositará en las casas del Ayuntamiento, de donde no se extraerá por pretexto alguno sino para las formaciones de todo el Batallón en los casos que deba formarse con ella…”. Esta decisión parlamentaria sobre la Milicia Nacional, quedó reforzada por la propuesta que quiso extenderla al Ejército permanente.

En 1823, tras la caída de los liberales y la vuelta al absolutismo, fueron suprimidas y destruidas las Banderas rojigualdas de la Milicia Nacional.

En 1843, con la declaración de la mayoría de edad de la Reina Isabel II y deseando dejar claro que se iniciaba un nuevo reinado de carácter liberal, se dispuso en octubre de ese año la adopción para todo el Ejército de Banderas rojigualdas, colores nacionales identificados desde 1820 con los liberales, en sustitución de las antiguas blancas y moradas, usadas su padre el Rey Fernando VII, así como por el Pretendiente Don Carlos, unificando las banderas del Ejército con las de la Milicia Nacional y de la Armada, no pudiendo resultar más explícita la voluntad de extender su uso como Emblema nacional.

Por lo que podemos afirmar que la Bandera nacional tiene un claro matiz liberal en su origen, asunto este a tener en cuenta en todo acto o recreación histórica de hechos que acaecieron durante la guerra civil liberal-absolutista.

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