Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
Hay cosas que merecen una explicación. La Cruz Roja ha sido de siempre una institución que ha gozado del apoyo de los ciudadanos. En los tiempos de Maricastaña tenía un amigo que se hizo voluntario de Cruz Roja para ir los domingos al fútbol. No creo que ninguno de los que éramos unos jovenzuelos a partir de los sesenta no hayamos vendido una papeleta de la Institución. Ya en los setenta y parte de los ochenta menuda era María Cassinello Pérez, si te conocía, para que no colaborases con la Cruz Roja: Te ganabas una reprimenda.
Durante estos días en los que la desgracia de la Dana o la Gota fría nos ha sorprendido con tanta y destructiva mala leche, hemos visto el esfuerzo de hombres y mujeres, chicos y chicas en su mayoría, que con palas u otros utensilios han estado horas, días, echando una mano ante la adversidad. Ha sido emocionante, verlos llenos de barro, sin una queja, sin un mal gesto, empujando lodos calle abajo. En medio de todos ellos, un bombero, un militar, un policía…
¿Y las mantas? ¿Dónde estaban las mantas de la Cruz Roja que no se vieron en los cinco primeros días de tragedia? ¿También ellos necesitaban que se les diera permiso para entrar? ¿Y quién, si puede saberse, tenía que haberles dado la autorización? ¿Mazón, Marlasca, Pedro Sánchez? ¿Quién de los tres tenía que llamar al centro más cercano de la Cruz Roja para que los voluntarios acudieran con sus mantas a socorrer, calentar, dar ánimos a los que lo habían perdido todo?
Es pura curiosidad, no llega más lejos la intención, pero en estas tierras del sur hemos visto cómo reciben a unos seres humanos que llegan en pateras, y nos parece justo, solidario y caritativo que así se haga. Vemos como los rodean con las mantas para que entren en calor, juegan con ellos al corro de la patata, incluso organizan fiestas y bailan con ellos en los centros donde están recluidos, y hasta algún masaje se ha visto tras las duras jornadas vividas en el mar. Y es sorprendente que las mantas de la Cruz Roja, y con ellas los voluntarios no hayan aparecido en las tierras valencianas durante los primeros días de dolor y sufrimi ento. Más que sorprendente, hay que decir que es una pena que esas mantas, esa cruz y esos voluntarios no hayan formado parte del paisaje vivido en estos días en Valencia.
No me gustaría pensar que toda organización que está bajo la bota económica del estado es un desastre, y me costaría creer que organizaciones como la Cruz Roja sigue directrices de los políticos. Por eso: ¿Dónde estaban las mantas, que no se vieron en Valencia?
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