Mañanas de junio

Está ya junio que se nos va de las manos, aunque en junio las mañanas han sido lentas a pesar del levante o del poniente y de su prisa por perder la carrera con la luz temprana. El poniente ha tenido mayoría absoluta y ha sacado a cabalgar a sus caballos sobre este azul mar que nos baña.

Esta ensoñación me la pudo dejar prestada Álvaro Cunqueiro, al que, infructuosamente de momento, sigo leyendo, a ver si de una vez por todas, se me pega algo. Hemos de admitir que, a estas alturas de la película de la vida, todo está dicho y lo que no ya lo dirá la inteligencia artificial, que tendrá la última palabra antes del caos final.

Los noctámbulos suelen ver el amanecer que, si te descuidas, se te escapa de los ojos. No obstante, su belleza no es comparable con la del atardecer. Y a esa hora es cuando dejo la noche al otro de la ventana y lo despido hasta el alba siguiente. Como dijo Federico García Lorca: “Ay qué noche tan serena / que no tiene movimiento, / Ay quién pudiera tener / tan sereno pensamiento”. Todo debería ser siempre como una mañana de junio.