Federico Arnás

Una maleta, una obviedad y algunas certezas

Balance de la feria taurina de Almería

Puerta grande para Enrique Ponce en la primera corrida de la feria taurina de Almería
Puerta grande para Enrique Ponce en la primera corrida de la feria taurina de Almería / Javier Alonso

25 de agosto 2024 - 20:10

CIERRO la maleta. Otra feria taurina de Almería queda atrás mientras asoman los años donde la plaza era el punto neurálgico de la fiesta. Había que ir a los toros, estar en los toros, verse en los toros, merendar en los toros, disfrutar de los toros y salir de los toros para vivir la alegría iluminada de la noche. Sin embargo, por distintas circunstancias sociológicas y económicas, esos calendarios se han virado a los amarillos de la nostalgia de aquellos tiempos tan felices. Tengo la sensación de que la plaza, en buena parte, se ha desgajado del conglomerado de lo lúdico hasta quedar como un escenario aislado dentro de la oferta festiva. Una opción que ya no es prioritaria; en todo caso complementaria. El coso mantiene la atractiva belleza de un ayer potenciado por esa paleta de colores en forma de mantillas, tradición tan potenciadora en su puesta en escena como insuficiente para ocultar la evidencia de la urgente necesidad de una reforma, aunque sea de mínimos.

Hay que mitigar las hostilidades de un inmueble de 1888 para que sus incomodidades no sean factor disuasorio a la hora de ir a sacar la entrada. No parece petición desmedida disponer en cada tendido de unas escaleras de acceso, buenas para todos y prioritarias para aquellos a los que les pesan los años. Una inversión en seguridad para disipar temores en cada subida o bajada desde los asientos. Por ello, apelo al sentido común de la propiedad de la familia Cuesta para que su apellido no sea sinónimo de esa realidad tangible. Un objetivo de urgencia en el que las administraciones- local, provincial y autonómica- no deberían colocarse de perfil para ver el toro de la obviedad desde la barrera y despacharlo con unas simples buenas palabras ayunas de hechos.

El coso de la avenida de Vilches y las páginas del libro del toreo en Almería lo merecen por historia, dignidad y justicia. Cuidar el patrimonio es invertir en futuro. Cierro la maleta y en el compartimiento principal doblo cuidadosamente las prendas estelares que me dejaron los tres días de toros, una por cita. La seda cara del aristocrático temple de Juan Ortega, una faena premium de Jorge Martínez y la desnuda autenticidad sin el complemento de la espada de Morante. Obras degustadas por los paladares educados en la distinción de las excelencias. Cierro la maleta y pienso habrá que llevarse el emotivo adiós de ese hijo adoptivo de Almería que es Ponce, reconocer que con su fuerza en la taquilla Roca Rey es capaz por un día de rellenar los tendidos para dejar fotos en el móvil similares a las de épocas pasadas y cotejo que en orejas, tres, a ambos les igualó un Talavante fácil y vistoso ejecutor de las suertes en las vías de circunvalación.

Cierro la maleta y en el bloc de notas recuerdo haber puntualizado que la salida a hombros del debutante Fernando Adrián se sustentó en un rentable toreo de complemento y que para mala suerte de Paco Ureña con dos oponentes con espíritu de mulos. No terminó de encajar la pieza de Guillermo Hermoso en la tarde la mixtura, más de un toro pasó el reconocimiento favorecido por esa generosidad de una presidencia de pañuelo fácil en el palco y en cuanto a embestidas las más generosas llevaron los hierros de Domingo Hernández, tres ejemplares de Castillejo de Huebra y dos de El Parralejo. He llegado a Madrid, he abierto la maleta y al guardarla en espera del próximo viaje, siento una extraña atmósfera de nostalgia y alegría. Ya conozco y reconozco esa sensación de contrastes. Siempre me pasa en cada regreso de Almería, ciudad con don de gentes porque sus vecinos son, sois, gentes con don.

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