Opinión
Riesgos brutales en TVE
En mi tránsito por varias ciudades asisto un año más a este deslumbrante espectáculo comercial de luminarias navideñas multiplicadas, hirientes. Vuelven puntuales para el deleite de turbas groseras y a fin de mortificarnos a las minorías antinavideñas, incomprendidas como al Scrooge del célebre cuento. Centenares de millones de euros se gastan los pueblos y ciudades españolas en alumbrados consumistas. Sólo en Madrid, unos tres millones de bombillas que electrifican ya sus calles. Y para qué hablar de Vigo y de la imbecilidad estupefaciente de su primer edil. Se calcula que cada mil bombillas se emiten ciento cuarenta kilos de monóxido de carbono a la atmósfera, contribuyendo eficazmente al calentamiento global y el efecto invernadero. En este primer mundo en el que apenas habita el 20% de la población mundial, nos olvidamos del drama de la existencia humana; el de los otros, el auténtico. Un mundo de crueldades y violencia, hambre y muerte. Unos 900 millones de personas están subalimentadas en el planeta y a cada instante mueren niños y mayores por desnutrición en los países de ese otro mundo, casi mil millones carecen de agua potable. Un mundo donde la legalidad, los derechos de las personas y sus vidas no valen nada; tráfico de seres humanos como un lucrativo negocio para ser esclavizados o prostituidos, torturados o asesinados, mujeres, hombres y niños por igual. Se calcula que más de un millón de niños están siendo obligados a prostituirse en la actualidad; encerrados e incomunicados, sin dignidad alguna. Y los conflictos armados, gran parte de ellos en los países subdesarrollados; millones de muertos y devastaciones íntegras de grandes territorios. La discriminación y la violencia de género enraizada culturalmente que se cobra la muerte de tres millones de mujeres al año; se estiman en 200 millones el número de mujeres “perdidas”, que no existen oficial y demográficamente registradas. Las grandes pandemias y su frenética expansión por la carencia de unas condiciones mínimas de higiene. La marginalidad y el subdesarrollo como caldo de cultivo del terrorismo. El tráfico de órganos. Las torturas “legales” cometidas por gobiernos y la pena de muerte. La corrupción y las tiranías. El éxodo de millones de personas, refugiados o inmigrantes. La persecución religiosa e ideológica y la carencia de libertades de expresión…en fin, un fantástico mundo donde los derechos humanos y su declaración universal constituyen un adorno…de navidad. Nada hay que celebrar.
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