Libre Mente
Fernando Collado Rueda
Sólo se muere una vez
La desolación que la última DANA ha dejado en Valencia supondrá, espero, un antes y un después en el como se afronta una situación de este tipo, errores cometidos y evitables y perfil de aquellos que nos dirigen más preocupados por salir en la foto que de angustiarse por la extrema gravedad de aquellos que lo han perdido todo. Estas dos semanas han puesto de manifiesto que la mezquidad humana no tiene límites, la cara -más dura que el cemento armado- de otros es proporcional a la dejadez, ineptitud e incapacidad de quienes supuestamente nos gobiernan.
Planes que no funcionan, alarmas que se emiten tarde, mal o nunca, obras que se anuncian y se prorrogan ‘sine die’, proyectos inacabados, cauces y ríos sucios... Un cóctel explosivo que ha acabado por estallarnos en nuestras propias narices. Pero no contentos con eso, nuestros dirigentes se apuestan en la entrada de la zona cero del daño y el desastre para sus desfiles de lamentos, cámaras, fotógrafos, gestores de redes sociales y toda esa marabunta mediática que los acompaña, para jugar con el dolor ajeno en la búsqueda del benficio propio.
Gentes sin escrúpulos, incapaces de poner en marcha cualquier plan con resultados y sólo obsesionados por el procentaje de votos que pueden arañar en una encuesta de cara a unas futura cita con las urnas. Carroñeros de las redes, mamelucos de los cargos, gentes sin preparación en la búsqueda de la soldada mensual, alejados de los problemas de sus vecinos, apegados a los cargos como una lapa a la roca, tancredos de la indignidad...
Valencia y sus vecinos no se merecen tanta ruindad, cebada por aquellos que los jalean y a la espera del reparto de migajas en forma de contratos manchados de la sangre de quienes han perdido la vida. Y mientras aquí, en esta esquina del sur, nos hemos salvado por la campana. Daños colaterales de una DANA, que cada vez serán más habituales, con invernaderos caídos por el peso del granizo o carreteras cortadas al paso de barrancos. Nada comparable a lo sucedido a nuestros vecinos. Pero ya les digo que si la descarga se produce en Almería hoy no estaríamos ayudando a los valencianos, serían ellos los que inoculados con el germen de la solidaridad desplazarían medios materiales y humanos para ayudarnos.
No debemos engañarnos. Almería y su provincia tampoco está preparada para afrontar una situación como la vivida en la comunidad levantina. Por más que nos empeñemos en proyectos huecos y vacíos, de lo que se trata es de invertir realmente en limpieza de cauces, en planes de seguridad que funcionen y en campañas de sensibilización que los ciudadanos crean. Aunque la realidad es que el cambio climático ha venido para quedarse y con más asiduidad de la que queremos, las lluvias torrenciales serán el pan nuestro de cada día al que debemos enfrentarnos.
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