
La Rambla
Julio Gonzálvez
Vivienda y precariedad laboral
"En marzo la veleta ni dos horas está quieta”, dice un viejo refrán agrícola, en el que de alguna manera se avanza lo que los hombres del campo pueden esperar de este mes en el que el invierno da sus últimos coletazos y la primavera lucha por abrirse hueco.
Un mes que este 2025 ha roto todos los censos. Tres semanas que han dejado por mentirosos a cuantos meteorólogos pronosticaban una estación seca, congregando en ese espacio temporal el mayor tren de borrascas del que se tienen registros. La lluvia caída en la provincia de Almería no ha llenado los pantanos, siguen en torno al 10%, pero si ha sido capaz de centrar la tierra, recuperar el caudal de muchas fuentes naturales que hacía años que no lo tenían y, sobre todo, de acumular nieve en las sierras, garantía de acuíferos recuperados en las comarcas de interior.
La lluvia de marzo nos ha devuelto la fe en la naturaleza, en su fuerza y en su capacidad para cerrar un ciclo de sequía y abrir otro de esperanza. La tierra yerma que estos años ha acabado con cultivos tradicionales, ha secado miles de olivos, ha hecho cambiar a los agricultores de registro a la hora de sembrar, en tan solo veinte días ha dinamitado cualquier concepto asociado al futuro como algo inevitable. Desierto y más desierto en una tierra capaz de reciclarse como pocas, en la que el optimismo había dejado paso al desespero en forma de desolación.
Acercarte a cualquiera de las caras de Sierra Nevada, incluso en la Sierra de Los Filabres o las de Los Vélez y contemplar el manto blanco que las cubre, cambia cualquier concepto de desapego que se pueda tener por la tierra en la que vives. Alejas el miedo al desierto, que se abre paso en la misma medida que pequeños riachuelos fluyen por las laderas, fruto del inicio del deshielo primaveral.
La naturaleza se recicla al ritmo que marca el agua. El agua del futuro que garantiza el éxito de los cultivos veraniegos, el abastecimiento humano y la reducción del precio que pagamos por la extracción de los sondeos o por los aportes de la desalación. Hay posibilidades reales de que el pantano del Negratín pueda volver a enviar líquido elemento al Almanzora y los aportes del Tajo al Segura manen en la misma medida que las tensiones entre cuencas se suavicen, como siempre ocurre en tiempos de bonanza.
Los campos recuperan el verde primaveral que habían olvidado con la sequía. Las semillas desperdigadas y en espera retozan ahora en los charcos que días después de las últimas borrascas aún persisten para cambiar y alterar un paisaje que se torna del ocre al verde en la misma medida que la naturaleza, sabia, vive y recupera su ciclo.
Llegados hasta aquí y garantizada el agua del futuro, sólo nos queda disfrutarlo y creer que el ciclo de sequía ha terminado y ojalá que tarde en volver. Por nuestro bien.
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