La mirada zurda
¿Qué es la suerte?
Llueve, detrás de los cristales llueve y llueve, cantaba Serrat. Gilbert Bécaud, esperanzado, decía que “La lluvia por fin vendrá”. Podría seguir con canciones relacionadas con la lluvia, como la fantástica versión de La Tempestad de Shakespeare que hizo La Cubana. Ocurre que estoy escribiendo esta columna el domingo por la mañana y veo caer unas gotas detrás de los cristales. Con lo escasa que es la lluvia en nuestra provincia el acontecimiento ocupa nuestra atención. Es de esperar que este “chispeo” aumente un poco, pero no tanto como en aquellas tormentas de septiembre que se medían, “·no por el número de litros caídos sino por el número de muertos habidos”.
Tan largo preámbulo tiene que desembocar, tratándose de una sección almeriense de gastronomía, en recordar que aquí se hacen migas cuando llueve. Aunque, debido a lo escaso de este meteoro en nuestra tierra, la costumbre se ha ampliado: sábado y domingo, arroz y migas, anuncian en algunos bares. Y a los chiringuitos de la feria, aunque el verano no sea muy propicio para comidas tan calóricas. Para escribir algo útil voy a proponer una forma distinta y más fácil de hacer las migas (aunque lo más fácil es comprarla ya hechas, las venden en bastantes tiendas).
Lo he escrito alguna vez, pero el otro día unos amigos me pidieron que se lo recordara. Se trata de invertir el sistema: en vez de cocer la harina y luego añadir el aceite frito, se tuesta suavemente la harina en el aceite donde se han frito ajos y pimientos verdes. Cuando se ve suelta se añade el agua caliente con la sal, un vaso de agua por cada 200 g de harina. Se le da unas vueltas y se deja enfriar; será más fácil deshacerlas.
Tres ventajas: se puede poner menos aceite que en la forma tradicional; se pueden hacer con antelación; y se “deslían” en menos tiempo. Hay amplia libertad para elegir los acompañamientos, pero no debe faltar el vino. La cerveza y los refrescos hinchan la masa en el estómago.
Otro clásico de estas fechas es la berza almeriense. Hago hincapié en el patronímico porque tanto la col que se usa, como la receta del guiso son muy propias. El repollo, perfectamente esférico y macizo, no tiene el sabor ni la textura de nuestra berza, que tiene forma más irregular y es esponjosa. Se guisa como un cocido, pero sólo con carnes del cerdo. Lo malo es el precio de salida: está a casi 4 euros el kilo. A ver si baja.
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