
¿Qué eh lo que eh?
José Antonio Hernández
Solo faltan los extraterrestres
Ciencias Experimentales
El fenómeno ChatGPT fue solo la chispa que encendió la atención global sobre una revolución tecnológica que lleva años gestándose: la inteligencia artificial (IA). Ha llegado sin apenas previo aviso. Empresas como Google, Microsoft o X ya compiten con soluciones accesibles desde cualquier dispositivo y en cualquier lugar. Estas permiten ahorrar tiempo y esfuerzo, haciendo posible avanzar aún más en otras tareas donde el valor humano marca la diferencia.
Desde el ámbito científico, especialmente en los laboratorios de investigación, donde se trabaja para trasladar los avances al entorno real, somos testigos directos del impacto transformador de la IA. Un ejemplo claro de su potencial lo encontramos en el acceso y análisis de información científica: mientras una persona puede leer, asimilar y analizar unos pocos artículos científicos al día, una IA puede procesar decenas de miles en cuestión de horas. Esta capacidad de absorber conocimiento resulta inalcanzable para el ser humano. Y no sólo eso: es capaz de utilizar lo que ya sabe para generar nuevo conocimiento y compartirlo en cuestión de segundos. Tener acceso a todo ello en la palma de nuestras manos y mediante una conversación natural era algo impensable hasta hace poco. Además, la IA está dando lugar a un cambio de paradigma en muchas profesiones, donde los profesionales combinan su criterio con la asistencia de herramientas inteligentes. Un médico puede tomar decisiones clínicas apoyado por modelos entrenados con millones de casos; un programador genera código en segundos con ayuda de asistentes virtuales; incluso un entrenador personal elabora tablas de ejercicios personalizadas en función de cada persona. Estas sinergias aumentan la eficiencia sin sustituir el juicio profesional, sino reforzándolo.
Comprender la IA ya no es opcional: es esencial para avanzar. Es clave impulsar su integración en el tejido productivo y acompañar esta transición desde el conocimiento. Las universidades y centros de investigación debemos liderar esta transformación, formando a los nuevos profesionales para que convivan con estas herramientas, las comprendan con pensamiento crítico y las apliquen con criterio. Hace apenas un par de años, transformar una fotografía en una obra de arte digital parecía ciencia ficción. Hoy es rutina. Y el impacto de esta tecnología en nuestras vidas no ha hecho más que empezar.
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