LA LLEGADA DEL OTOÑO

24 de septiembre 2024 - 03:09

Finalizó el verano. Y el otoño ya está aquí y ha llegado sin hacer ruido y en mi entorno surge el sosiego mientras se pasan estos días sonriendo al silencio, después de días fiesteros. Oigo como se acercaron sus familiares pisadas dulcemente grises, y ya me roza su brisa como un beso del mar, de las aguas de Cabo de Gata, de Las Negras, de Los Genoveses, de Mónsul. Dicen que no es conveniente desear vivir en otra estación del año diferente de la que en cada momento nos toca estar. Es un consejo útil y debe ser cierto, pues si bien el verano simboliza la luz, la calidez y la libertad, el otoño nos trae esa necesaria introspección que nos ayuda a soltar lastre, a limpiar y renovar los espacios interiores en los que habitamos durante ese tiempo. Y para ello, quizás sea bueno dejar de mirar al horizonte y dirigir nuestros ojos hacia el cielo y contemplar esos sorprendentes, casi súbitos, anocheceres que cada tarde nos regala septiembre. Unos bellísimos crepúsculos en el que los colores y olores, cargados de connotaciones simbólicas y emotivas, adquieren vida propia y lloran o ríen y sueñan o juegan con nuestros sentimientos. Probablemente porque ha muerto el estío y ya vivimos en otoño.

Se acabó el tiempo de playa, tertulias, descansos, nostalgias infantiles y algunos silencios. Y de algún lugar del cielo ya bajaron las Perseidas, esas lágrimas de San Lorenzo que hacen aflorar la melancolía y otros sentimientos. Ya lo dijo Georges Sand, “El otoño es un andante melancólico y gracioso que prepara admirablemente el solemne adagio del invierno”. Tal vez por ello, cuando ha llegado el fin del verano y podría haber jarreado algún aguacero de verano, que no ha sido así, volvemos a nuestra rutina cotidiana. Quien ha venido de fuera a nuestra amada Almería, se lleva todo lo bueno que durante los días de asueto vacacional los ojos de sus corazones vieron: el sol luminoso, la arena, los olores, sabores y sentimientos. Le espera su ciudad de origen y regresan.

El movimiento de las estaciones se manifiesta antes en la poesía que en la pintura, a pesar del poderoso cromatismo de algunas, como el otoño. El paso del tiempo es uno de los grandes temas de la poesía, tal vez el más universal, y las estaciones son metáforas de la vida humana: “soplo de viento que impedirá que su voz, de un dulzor de miel, se difundiera hasta adentrarse en los oídos de los hombres”.

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