Antonio Lao
Día de la Provincia, algo más que medallas
Está claro, a estas alturas, que la línea política de la actual Junta de Andalucía es favorecer la iniciativa privada en detrimento de lo público. Era de esperar en el partido que gobierna, el PP, que se declara liberal y hace regalos fiscales a los más ricos. El liberalismo, como es sabido, pretende minimizar el Estado y fiar la economía al mercado. A todas luces, un despropósito, pues el mercado no regula por sí mismo las desigualdades sociales y las injusticias económicas, sino que las ahonda. Y un imposible, porque cuando la empresa privada se ve abocada al naufragio siempre acude a la teta del Estado para salvarse. El liberalismo, como el comunismo en su momento, no es factible. Insolidario, injusto por naturaleza, es un atraso histórico. Las teorías de Adam Smith están obsoletas en la actualidad económica, social y política que estamos viviendo.
El resultado es el desbarajuste de la Sanidad Pública andaluza, en especial la Atención Primaria y la Ayuda a la Dependencia. Desde la pandemia, el abuso de la cita previa ha ido minando estos dos servicios –y otros– esenciales del Estado con el único fin de dar negocio al sector privado y está destruyendo poco a poco una Sanidad Pública que era de las mejores del mundo. A eso se debe unir la proliferación de clínicas y centros de rehabilitación que convierten la Salud en una mercancía y a los pacientes en meros clientes. Hace tiempo vi una pintada que me pareció morbosa, pero hoy ya no me lo parece tanto. Decía: “Un paciente curado es un cliente perdido”.
Lo mismo pasa en Educación. No hace mucho la Junta devolvió a Europa más de cien millones de euros que iban destinados a la creación de puestos en Infantil. Lo consultó con el sector, privado en su mayor parte, y, claro, qué iba a decir el sector: que no. Aquí también se evidenció lo eficaz de las subvenciones finalistas, que solo pueden ser invertidas en aquello para lo que se destinan desde origen. La Junta devolvió ese dinero, y luego se quejaba al Gobierno central de que había agotado su capacidad financiera.
Unamos a eso lo de los pisos turísticos y la escasez de vivienda pública, todo un desmadre y un despropósito debidos al liberalismo.
Y el liberalismo a ultranza, salvaje e inhumano, es la –digamos– ideología de la extrema derecha. Los fachas son ultraliberales, otro motivo por el que son peligrosos. Lo hemos visto estos días con lo del tal Alvise Pérez.
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