
Una raya en el mar
Ignacio Ortega
Métrica y ortografía
Opinión
AUNQUE cercanas, no se pueden confundir las exigencias legales con las que provienen de la moral. Los ladrillos con los que se construye una sociedad civilizada son sus instituciones legales y los medios jurídicos que protegen las leyes y el cumplimiento de sus normas, pero no debe olvidarse que es en la moral y en las tradiciones y costumbres donde se asientan sus cimientos. Por eso es preciso que la moral inspire las construcciones legislativas, y tan peligrosa la actual reingeniería social que pretende abolir algunos principios naturales y ofrecernos una ley desligada de la moral y con la pretensión de sustituirla.
Padecemos una educación y una cultura incapaces de trasmitir los valores que caracterizan la tradición moral occidental, y que acabarán condenando al fracaso a las generaciones venideras y, con ellas, a la propia sociedad. La práctica religiosa y la enseñanza de la moral cristiana han venido dando forma al sustrato ético que soporta de manera sólida y consistente una sociedad cuya fortaleza perdura y resiste el paso del tiempo. Proscribirlas es una osadía, porque entonces la ley desalojaría a la moral del lugar que el corresponde.
La proliferación de leyes y normas para regular el comportamiento de los hombres, incluso en el ámbito más íntimo, y la dotación de medios judiciales y de seguridad destinados a exigir su cumplimiento son las barreras subsidiarias que prueban la necesidad de fortalecer el armazón moral como ordenador de la conducta, porque cuando se relega la moral al Estado sólo le quedan los medios coercitivos.
Identificar la moral con el derecho es el resultado de un pragmatismo relativista que desvirtúa el sentido de la ley y de la moral y que conduce a una ética esencialmente normativa, en la que fácilmente podrían convertirse en legales graves abusos de un derecho natural universal. Porque no toda exigencia moral debe convertirse en mandato legal, pero debe reconocerse que existen obligaciones legales que pueden contravenir los valores tradicionales y su cumplimiento colisionar con las normas de obediencia que dicta la moral. Confundir moral y derecho convierte al hombre en mero ciudadano, en mero administrado, e identifica lo bueno con lo legal, de manera que todo cuanto es legal es aceptable.
En el caso español son numerosos los ejemplos recientes de normas legales moralmente corrompidas, fruto de frívolas estrategias políticas y maniobras electorales de muy corto plazo, pero cuyas consecuencias pueden ser muy nocivas, hondas y duraderas.
También te puede interesar
Lo último