La Ley del embuado

17 de septiembre 2024 - 03:08

Evoquen en su mente la clásica imagen de un viejo pistolero del Oeste. Se movían por el “Far West”, siempre con un revólver bien cargado, y, ante la menor discusión, no dudaban en empuñar su arma y disparar al desafortunado que se hubiera cruzado en su camino. Hoy ya no quedan pistoleros de aquellos. Una extraña mutación ha hecho que algún gen se traspapele, y los sujetos afectos de esta anomalía portan, en lugar de pistolas, embudos. Sí, embudos.Muchos embuderos dan el pego durante años, y a otros se les ve venir desde el principio. Pero a todos ellos se les reconoce porque, ante una diferencia de opinión, responden empuñando su embudo y apuntando sin piedad. El embudero colocará la parte ancha siempre a su favor, mientras que, con la parte estrecha, te freirá con salvas de reproches.

La Ley del Oeste tenía sus reglas. La Ley del Embudo también, por supuesto. En realidad, tiene sólo una, pero es muy tajante: la parte ancha para el embudero, y la estrecha para los demás. Esto implica que el que porta el embudo siempre tendrá excusa y argumento para todas sus meteduras de pata, tropelías e, incluso, agresiones. Los demás, objeto del estrecho cañón de su temible embudo, serán los que se equivoquen, los que crucen líneas rojas y los que cometan faltas imperdonables.

Uno puede convertirse en pistolero del embudo de distintas formas. Los hay psicópatas. Estos usan el embudo de manera consciente, buscando el beneficio para sí junto con el daño al otro. Se han acostumbrado tanto a usar esta arma que no saben hacerlo de otra manera, pero lo peor es que disfrutan con ello. Otros, en un escalón inferior, no son tan malvados, aunque tampoco son buenos. Saben que están tergiversando la realidad, pero pretenden conseguir un bien que creen superior. Y, en tercer lugar, están los ignorantes emocionales. Son tontos en la medida en que viven en otra dimensión y se creen sus propias falacias. No son conscientes de que usan el embudo, en otras palabras. Pero, cuidado, que el daño que pueden generar también es enorme. Y, ojo, que aunque parezca que los embuderos siempre vencen, nada más lejos de la realidad. Acaban perdiendo el respeto y la confianza de quienes les rodean, y terminan siendo percibidos como personas manipuladoras y egoístas. Cada embudo disparado es, en realidad, un escopetazo que les sale por la culata. Tarde o temprano, su doble rasero los acaba también atrapando.

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