Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
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Quien se haya leído la letra pequeña de un contrato de seguros o las condiciones de uso de cualquier cosa, que tire la primera piedra, que nadie morirá por lapidación. Un contrato de esas dimensiones no se lee ni la primera parte contratante de la primera parte. Ya ocurrió, un cliente que solicitó una hipoteca al banco pidió que le mandaran el texto del contrato, lo manipuló a su favor, lo llevó a la firma y nadie se percató del cambio hasta que quisieron aplicarle la cláusula modificada. En EEUU, Disney se defiende de una demanda por el homicidio imprudente de una mujer alérgica que comió en un restaurante recomendado en web y que murió por el shock anafiláctico, tras consumir productos a los que era alérgica como había indicado. La defensa de Disney alega que los contratos que el esposo firmó con la compañía establecen que cualquier disputa ha de resolverse mediante arbitraje vinculante individual y se rechaza recurrir a la justicia. Cualquiera entendería que se refiere a cosas de las facturas o de la conexión. Pero no. Lo mismo que Disney habrá otras compañías que se creen por encima de la ley, y nosotros sin leerlo.
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