Manuel Peñalver

Las lenguas clásicas

La tribuna

28 de enero 2015 - 01:00

PLa cuestión didáctica y científica relacionada con el estudio de las lenguas clásicas debe ocupar un papel relevante en la reflexión de todas aquellas personas que nos dedicamos a la docencia; sea en el nivel educativo que sea. Y ello es así, porque la situación actual no puede ser más preocupante (o desazonadora). No hace falta más que ver los planes de estudios de la ESO y del Bachillerato para confirmar lo que afirmamos. El Griego y el Latín, como asignaturas, tienen una presencia exigua, cuando, dada su importancia para la formación integral de los alumnos, debería ser al contrario. Estudiar estas lenguas constituye un privilegio. Las consecuencias formativas no pueden ser más representativas en muy diversos ámbitos: el propiamente cultural, el filológico (en sus vertientes lingüística y literaria), el historiográfico, el sociológico. Y, por supuesto, el pedagógico y educativo.

Ni los gobiernos del PSOE, antes, ni del PP, ahora, han hecho nada por su protección, amparo y defensa; antes bien, sus propuestas lo que han conseguido es reducir estas materias a algo meramente testimonial. Lo que explica, en parte (en gran parte, habría que decir), las carencias de los alumnos en el plano de la expresión escrita y oral; pues el aprendizaje y enseñanza de la asignatura de Lengua y Literatura Española se resiente de la falta de una base tan sólida. No dejemos de pensar en los estudios superiores. ¿Cómo se puede hacer un comentario filológico (o lingüístico), si no se dominan el Griego y el Latín? La pregunta tiene una fácil respuesta. Estas mismas limitaciones académicas se manifiestan en los discursos de nuestra clase política. Pobreza léxica, falta de recursos estilísticos, deficiencia en la oratoria, repeticiones, muletillas, desconocimiento de la sintaxis y problemas varios que distancian a la misma de políticos de la Segunda República como Niceto Alcalá-Zamora y Torres o Manuel Azaña; tan conocedores ambos de las lenguas clásicas, la literatura, la historia y otras fuentes enriquecedoras de su vasta formación.

Francisco Rodríguez Adrados ha hecho muchas gestiones y ha luchado con una fe inquebrantable por cambiar este oscuro panorama; mas tan loable esfuerzo no ha tenido éxito en los despachos del Ministerio de Educación. Nunca es tarde y, más aún, en estos tiempos de crisis, donde las autoridades académicas deberían incorporar cambios y escuchar las propuestas de los expertos, con la finalidad de elevar el nivel de la Enseñanza Secundaria. La situación en la Universidad de las lenguas clásicas tampoco corre mejor suerte. Tienen cierta presencia en la titulación de Filología Hispánica; alguna, en la de Humanidades e Historia, por este orden; e insuficiente, en la de Estudios Ingleses. Además, las titulaciones de Filología Clásica tienen problemas para seguir adelante en algunas universidades y cada vez son menos los licenciados (o graduados) en especialidad tan refulgente y mirífica.

El desánimo cunde y los profesores de Griego y Latín se ven obligados a completar su horario con otras asignaturas. Sería conveniente que la inspección y los mismos directores de los IES adoptaran un criterio específico, de manera tal que la labor docente se completara (siempre que fuera posible) con la de Lengua y Literatura y que, en la programación de esta, se diera relevancia al análisis de la etimología; y, en consecuencia, a la formación de palabras, mediante los distintos procedimientos; sobre todo, los relacionados con la derivación por prefijación o sufijación. Constituiría un modo de establecer una estrecha coordinación entre ambas áreas de conocimiento, tan intrínsecamente relacionadas no solo en el plano gramatical (desde la concreción de las llamadas categorías sintácticas hasta la propia sintaxis del enunciado, del párrafo y del texto como unidad comunicativa), sino en el fónico, el semántico-lexicológico, el pragmático-lingüístico y el discursivo, además del literario y el sociocultural.

La sociedad de nuestro tiempo no puede permitirse dilapidar un tesoro filológico de esta naturaleza. Las conclusiones no pueden ser más claras a la hora de tomar decisiones. La redacción de un documento para entregarlo en el Ministerio y en las distintas consejerías de Educación y Ciencia debe constituir un hecho. Y pronto antes que tarde. Documento que debe ser apoyado por los rectores y por los directores de instituto. Hora es de que una reclamación tan justa obtenga resultados. Alguien me dirá que los partidos políticos están en otros asuntos. Pero este no es menor. A pesar de que algunos, de forma nesciente -la ignorancia es siempre atrevida-, así lo consideren. «Haec ego non multis scribo, sed tibi».

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