A Vuelapluma
Ignacio Flores
Los míticos 451º F
Has vivido persiguiéndome desde el momento en que aspiraste el primer soplo de aire, sin embargo tu idea sobre mí es tan distorsionada, que casi nunca me has reconocido. La vida para ti se tornó en un baile desenfrenado cuya música no casó con el ritmo acompasado de la mía, y el desencuentro ha sido la más habitual forma de contacto entre nosotros. Si, ya sabemos, que si volvieras a nacer sabiendo lo que sabes ahora, lo harías mejor, pero eso no deja de ser más que una excusa tonta, una utopía imposible. Miles de días y noches desperdiciadas tras metas insustanciales, días y horas que podrían haber sido los mejores recuerdos de nuestra vida juntos, porque yo nací contigo y para ti, convertidas en pesadillas por tu inconsciencia. Personas que en tu largo camino te rozaron imperceptiblemente sin que te dieses cuenta, otras con las que te cruzaste en ese tortuoso y absorbente día a día, te habrían llevado a mí, pero no fue posible porque tú estabas en otra pista de baile. Hoy, con la distancia, aprecias lo que ya no pudo ser. Y yo ahí, siempre a tu lado, silenciosa, expectante, a la espera de que vuelvas tu mirada hacia mí y me digas: VEN. Ahora viene a tu memoria la letra de aquella canción: “si tú me dices ven, o dejo todo….”. Pero no ha sido así, no has dejado nada, no has acudido a mis brazos, la danza infernal en la que te has metido ha impedido que bailes conmigo el vals melódico que te tenía reservado, porque he sido yo la que siempre he estado enamorada de ti, mientras tú has seguido mirándome de soslayo. Se te llenó la boca con mi nombre, juraste perseguirme hasta dar conmigo y atarme a tu destino, pero como casi todas tus promesas, esta también fue incumplida. Es solo la distancia, la que te hace ver lo lejos que te has situado de mí, y yo aún te espero, no puedo evitar ser una romántica. Dicen que todo pasa en la cabeza, pero olvidan que el corazón también tiene algo que decir, y siento que estás en ese periodo reflexivo en el que te preguntas donde estaré, porque aún no aprecias mi aliento sobre tu hombro. Consciente de tu agitación, mi brazo se alarga hacia tu cintura rodeándola con ternura, siento que aún estamos a tiempo, aunque tú no lo sepas, mi más íntimo deseo es que me reconozcas solo con el tacto, que esta danza que hoy comienza no pare nunca, que dejes de mirar hacia los lados para posar tus pupilas en las mías, porque desde el mismo instante en que te conocí deseé ser tu fiel compañera. Mi nombre ha salido de tu boca en múltiples ocasiones, sin que jamás me reconocieras, hoy quiero que lo grites conmigo: FELICIDAD. Ves como no era tan difícil? Solo había que proponérselo.
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