
A Vuelapluma
Ignacio Flores
Un buen kit de supervivencia
Los estados de alarma no deberían convertirse en una alarma de Estado, propiciada por este. Tampoco es cuestión de reprochar las campañas preventivas, si bien puede no ser ese su auténtico y principal propósito, sino el de procurar la aceptación de medidas de defensa, que incrementen grandemente el gasto público, ante la extensión de la guerra. Por más que tales campañas, centradas en disponer de provisiones y materiales de subsistencia, también se apliquen a otras catástrofes mayores, como los desastres naturales -provocados por terremotos, inundaciones o erupciones volcánicas-, las pandemias o los ciberataques. Estos últimos resultan, al cabo, una tecnológica forma de guerra, cuyos efectos se acrecientan con la asimismo inducida guerra psicológica.
Los países europeos más cercanos a Rusia, temerosos de la expansión imperialista y de las disposiciones del presidente ruso -tan denostado como preferido a beneficio de la coyuntura y del interés-, están acostumbrados a recibir información sobre qué reunir y mantener en un kit de supervivencia para resistir unos tres días en espera de ayuda o de rescate. Por eso, entre los ciudadanos suecos, noruegos o finlandeses, no es extraño reunir productos o utensilios que permitan subsistir en condiciones extremas, adecuadamente reservados en el lugar más conveniente. Los alimentos imperecederos, el agua embotellada, el material indispensable para la higiene, los medicamentos generales, el botiquín de primeros auxilios, las baterías y el material que procure abrigo y calefacción no han de faltar, entonces, en este acopio de suministros para afrontar la sobrevenida urgencia de un ataque.
Ahora bien, las bondadosas intenciones preventivas no han de propiciar impresiones o sensaciones “prebélicas”, que secunden o pretendan la adhesión al oneroso refuerzo de la defensa europea y nacional. Esta es del todo necesaria, ciertamente, mas el convencimiento para incrementar los recursos que la faciliten ha de tenerse con el análisis del estado de las cosas, que no con instrumentalizadas alarmas. De manera que el orden mundial -en estos momentos reconfigurado y del todo inseguro e incierto- hace poco recomendables los relatos o perspectivas arcádicas, las proclamas jipis, y obliga a considerar la necesidad de mantener la paz -resulta paradójico, pero no lo es- con una efectiva y disuasoria capacidad de defensa, kit de supervivencia aparte.
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