Antonio Lao
El silencio de los pueblos
Una gota de agua en sí misma no es nada, pero como se suele decir, muchas gotas de agua forman un mar. Hay columnas formadas por estalactitas y estalagmitas de 30 metros en el interior de algunas cuevas. Se han formado gota a gota, centímetro a centímetro, año a año.
¿Cuánto tiempo se necesita para que una determinada forma de pensar cale en la población, para que termine siendo asumida con naturalidad? Estamos asistiendo al cultivo sistemático del fascismo, y al parecer ahora toca hablar de la inmigración. Toca enarbolar la bandera del patriotismo, sembrar el miedo a quienes son diferentes, el terror irracional a que le pase algo a alguien de los nuestros, la duda de perder privilegios… Esto se consigue con una declaración política hoy, una noticia falsa o manipulada mañana, una selección de noticias negativas pasado mañana, seleccionando tertulianos, «influencers» y opinólogos que aparentan hablar desde el sentido común (cuando en realidad son claramente racistas), hablando de «menas» en vez de niños de 8 y 9 años, etc.
Quienes tenemos cierta edad hemos escuchado muchas veces cómo nuestros padres y abuelos se creían a pies juntillas el discurso oficial franquista, el relato de que todos los españoles que iban a otros países lo hacían con contrato, se iban en buenas condiciones y volvían tan felices. Esto, que es rotundamente falso en muchos casos (los datos están ahí), se consideraba un ideal hacia el que tendríamos que caminar, y lo defendían tanto la derecha democrática (especialmente) como la izquierda. Ahora, sin embargo, el presidente propone exactamente eso y la oposición habla de «efecto llamada».
Hace un par de años, un profesor de 3º de Primaria me comentaba que había hecho una actividad en que los chavales tenían que soñar la escuela que querían. El niño soñó «que no haya negros ni moros en la escuela» (cito textualmente). Hace solo unos días, me comentan que hay niños de Educación Infantil, jugando «a vigilar a los negritos» (sus propios compañeros) en el patio. Esto, que ya de por sí es indignante y alarmante, nos debe hacer reflexionar sobre el destino hacia el que caminamos, el que estamos construyendo para las nuevas generaciones. O nos lo tomamos en serio y denunciamos abiertamente cualquier postura racista o fascista desde la escuela y la familia, o estaremos contribuyendo a construir un nuevo régimen nazi. Sin paliativos ni medias tintas.
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