Ricardo Alba

La isla bonita

A dos metros

El volcán se ha llevado por delante lo que quería decirles, que octubre es un mes de camino a la Navidad

24 de septiembre 2021 - 01:47

Según los sabios auténticos, nada que ver con los sabelotodo tertulianos que ignoraban lo que era una pandemia hasta que se nos echó encima, que no sabían nada de volcanes salvo que una erupción destructiva puede ser a la vez una maravilla de la naturaleza e, incluso, al decir de alguna ministra, un atractivo turístico. Según los sabios auténticos, repito, la tierra saca de algún cajón las escrituras de sus propiedades que alcanzan a todo el planeta para recordarnos que somos sus inquilinos, muy malos inquilinos por cierto, de esos que se largan sin pagar y, encima, te destruyen el domicilio.

El reventón de un volcán es como la multiplicación de millones de cremás falleras derretidas a paso lento, irremediable, arrasador. Se puede hablar mucho de un volcán en erupción con sus flameantes ríos de lava, colada hemos sabido que se llaman esas lenguas incandescentes, aunque no haya mucho que decir excepto que un volcán es como es y que en una situación dantesca como esa lo mejor es salir corriendo con todo lo que uno pueda llevar encima. Lo demás es un bucle de preguntas sin respuestas porque un volcán habla con lo que arroja por sus bocas de dragón. Estas líneas comienzan a escribirse el pasado miércoles, día 22, fecha en la que se desconoce cuándo la lengua candente del lagarto llegará al mar y, mientras tanto, miramos.

Miramos el espectáculo de la erupción y con ella, el espectáculo de la desgracia íntima, en carne viva. Me cuentan que en el mirador del Empalme de Tajuya no caben ya más cámaras, más periodistas, más radios, más y más entrevistas, y a ver quien se acerca más a la colada para el selfie televisivo, y a ver quién se lleva la gloria de la pregunta más infantil. Me dicen también que los palmeros están hartos de que sus dramas sean documentales de entretenimiento, o sea, conmovedores melodramas. Que se sienten atrapados en la colada de la insensible e invasiva curiosidad turística porque lo del volcán es tan impresionante como fascinante, pero hay centenares de casas enterradas, numerosas vidas desechas, y la isla de La Palma vive un duelo.

El volcán se ha llevado por delante lo que quería decirles, que octubre es un mes de camino a la Navidad, un mes como de caracoles, de gurullos, de magra con tomate. Un tiempo de cierre de chiringuitos costeros, apertura de interiores, frenesí ya asumido de la vida diaria en las ciudades, recobro de la calma en los pueblos veraniegos y que esta columna se toma el mes de descanso. Hasta pronto.

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