Intervencionismo trasnochado

Se aprobó el anteproyecto legal que reduce la jornada laboral, con el mismo salario y consagra el derecho de desconexión del trabajador para no atender llamadas ni contestar correos, fuera del horario laboral. Y verdad es que la sucesiva reducción horaria laboral en los dos últimos siglos casi nunca fue pacífica, pero tampoco cabe ignorar que las relaciones laborales operan hoy en un contexto liberal sin parangón en la historia porque no predomina tanto la jornada obligada como la pactada en los múltiples convenios colectivos negociados entre patrones y sindicatos. O sea que vivimos en un contexto nacional y europeo que invita a recelar si con esa medida el gobierno no está aplicando aquel credo político, ya rancio, de la “falacia de la planificación”, que gusta imponer reformas sociales, sobre la voluntad de los agentes sociales aun sin agotar el consenso con quienes las soportan. Salvando entornos, pero con el mismo sesgo político, me recuerda aquel experimento de la economía soviética de hace un siglo, cuando Stalin impuso la colectivización agrícola y modificó la operativa de miles de granjas familiares, que tomaban sus propias decisiones sobre lo que debían cultivar y a qué precio vender sus cosechas, para que fueran los funcionarios moscovitas quienes marcaran lo que sembraran para evolucionar hacia una sociedad más rica y próspera. El resultado, inmediato y ejemplar, es que el sector agropecuario soviético se arruinó en pocos años. Unos analistas atribuyen el fracaso a cierta resistencia pasiva del pueblo ante imposiciones coercitivas y otros identifican su origen en el efecto vagancia que producen las políticas de sustituir la motivación personal por la providencia estatal, un afán regulador con amplio historial de naufragios socioeconómicos, al olvidar que solo el libre mercado permite alcanzar cierto equilibrio derivado de la interacción oferta/demanda, que se difumina cuando lo que prima es la fijación sistémica de pautas ideológicas. Por eso, la última reforma laboral de 2021, respetuosa con el preacuerdo patronal y sindicatos, fue modélica mientras que este intento de reducción de jornada -o el intervencionismo trasnochado de limitar rentas de alquileres-, puede ser modélico, pero en todo lo contrario. Y si algo enseña la historia es que las leyes que mejor sobreviven no son las impuestas sino las que han sido construida desde abajo, por los agentes que las han de aplicar.

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