06 de agosto 2024 - 03:09

Es un entretenimiento muy de moda este verano. Cualquiera puede participar de él y no supone ningún esfuerzo. Además, relaja, porque después te sientes como muy satisfecho. Ah, y es gratis, no hay que pagar nada por ello. Este verano se lleva mucho insultar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Recuerdo que, en el franquismo, le escribí algunas cartas a mi abuela. A la hora de pegar el sello en el sobre siempre me decía: “Cuidado, no vayas a poner a Franco bocabajo que nos meten en la cárcel”. A mí me hacía gracia. Cómo iban a meterte en la cárcel por semejante tontería, poner un sello del revés. Estos que ahora insultan al presidente, no se hubieran atrevido durante el franquismo a poner un sello del revés, así de miedosos son. Ahora son valientes, muy valientes porque saben que nadie les va pedir cuentas. Y osan incluso apalearle en efigie delante de la sede de su partido.

A Pedro Sánchez, como en su momento a Zapatero, lo han convertido en un muñeco de pim–pam–pum de feria. No está bien visto hablar correctamente del presidente, de sus logros económicos, de lo que ha conseguido para los trabajadores y los pensionistas. No. Eso no es lo importante. Está mejor visto insultarle. Hasta el punto de que se dan casos: creen que todo el mundo va a compartir sus opiniones sobre el presidente y se lanzan a decir barbaridades, y cuando ven que no les acompañas en eso, se desconciertan como si pensaran: “Anda, uno que no insulta a Sánchez”, y luego se consuelan: “Ah, claro, será uno de los suyos”. Ni se les pasa por la imaginación que ni una cosa ni otra. Así es la España que tenemos y así son –no somos; son– los juanespañol que andan por ella.

Desde Feijoo hasta el último mono del último rincón del país –sí, país digo yo aún– todos se atreven a insultar al presidente e incluso a su esposa, a la que llaman compañera de sábanas y lindezas por el estilo, los estúpidos. Qué impunidad tan placentera esa de insultar a quien ocupa la segunda magistratura del país y salir indemnes de ello. Así da gusto.

Cuando vengan los otros, nos guardaremos, por si les da por perseguirnos si los insultamos. Pero, mientras, la veda está abierta y ancha es Castilla. Insultemos, insultemos al presidente, a su esposa, a los ministros, a quien nos de la gana, que para eso estamos en democracia y se permite todo. Y que no nos vengan con razonamientos. Este verano se lleva el insulto.

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