Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
Ciertos actores fácticos han utilizado, entre otras formas de manipulación, la distracción como herramienta para cambiar el foco de atención o desviar la información. Para ello se suelen utilizar, desde los discursos más ramplones y simplistas por parte de los individuos en cuestión, hasta los más depurados y sofisticados, con cierto hálito de presocrático o chauvinista -todo sea estar a la altura de lo que la moda exige.
Y es que blandir y urdir temas banales e irrelevantes bajo el centro exacto del ejercicio mediático, articulando cada uno de los medios de comunicación afín, puede ser una buena apuesta. El fin último es mantener la mente del ciudadano ocupada. Y le puedo asegurar que se consigue. De tal forma que, al final, una media verdad o una buena mentira repetida mil veces se puede convertir en un dogma o en una realidad incuestionable.
El siguiente paso es sobresaturar al ciudadano de información. En este caso preciso y concreto, sobre lo que queremos acentuar o hacer mella. Se resalta de una excesiva importancia, como los eventos deportivos –máxime si tienen un pequeño componente político-, de sucesos que giran en torno a la farándula –si tienen un contenido de lucha de clases-, social –si puede aspirar a revolvernos nuestras más íntimas estancias-.
Todos estos temas hacen que el individuo de a pie, pierda de vista cuáles son los verdaderos problemas reales de la sociedad. Y con una frase que suele dilapidar las anteriores cuando afirman, por ejemplo, que el ciudadano lo que quiere es que se le solucionen sus problemas del día a día, cuando en realidad la macro-economía como los designios que se deciden en la junta de un gobierno tienen tanta importancia como lo que más.
En el caso concreto que nos puede abordar ahora es la transparencia administrativa y política de los estados, la instrumentalización de los recursos públicos a favor de los intereses privados y personales, la malversación, el cohecho, la corrupción, el fraude, etc.
En definitiva, el buen gobierno que merecemos cada uno de los integrantes de esta sociedad que exige que sus líderes tengan las mismas responsabilidades jurídicas, penales, civiles y administrativas que un padre o una madre de familia; que tengan las mismas obligaciones que cualquier persona que se precie sin aspirar a un trato de favor o a un privilegio.
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