Vía Augusta
Alberto Grimaldi
‘Informe caritas’
Transcurrida la guerra de Granada y previamente a los privilegios que la monarquía concedió a las poblaciones que se encontraban formando parte de la línea fronteriza, estaba Úbeda, que por cierto se convirtió en una de las más importantes ciudades del reino de Jaén. Esta época calificada como conflictiva y donde la monarquía intento apaciguar y controlar a las oligarquías y a una levantisca nobleza que no paraba de guerrear en pos de sus intereses personales; pero no solo eso formo parte de esta bella ciudad, su desarrollo conto con un gran avance arquitectónico, donde personajes ilustres realizaron una gran labor, como es el caso de Andrés de Vandelvira, conocido arquitecto o Francisco de los Cobos, secretario del Rey Carlos, ambos fueron reconocidos como dos figuras muy importantes del siglo XVI; sin embargo en esta época Moderna, Úbeda brillo tanto por sus sombras como por sus luces, saliendo de una crisis demográfica que trajo un periodo de esplendor alcanzando su punto más alto hacia 1560, contando con unos 23000 habitantes, cifra muy superior a la que tenían otras ciudades como era Burgos o Murcia, incluso aproximándose mucho a Madrid que contaba con unos 37000 almas; sin embargo, el final de la centuria mostraba serios signos de crisis dada por es elite social compuesta por clérigos, nobles, el gran numero de parroquias, conventos y hospitales que suponían un gasto interminable y que estaba en la antítesis de una población de marginados y mendigos que no producían para sostener a semejante jerga, y por si esto fuese poco, se le sumo la creación de la casa Cuna que se hacía cargo de los niños expósito, niños desahuciados, no deseados y cuya meta era la muerte. Bajo este prisma estaban los recién nacidos, un colectivo que era pacto de la injusticia, la intolerancia y el desamor. Se puede decir que Úbeda escribe una de las páginas más negras de su historia en lo que se refiere a su casa Cuna, que a pesar de estar tutelada por la cofradía de San José, vinculada a la orden del Santi Espíritu, no fue suficiente para impedir esta mortalidad que se vio acuciada por la crisis de las cofradías y aunque a final del XIX con la desamortización y la intervención del estado parecía solucionarse ciertos problemas, no hubo cierta repercusión económica, que además estaba corroborada por cofradías que estaban administradas por mayordomos corruptos.
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