Opinión
Más agua regenerada
N UNCA llegué a comprender a todas aquellas ínclitas personas que se empeñaban en demostrar acaloradamente que las mujeres eran muy complicadas y que no se les entendía -evidentemente, cada vez lo tengo más claro-. No era una cuestión de falta de comunicación y de descubrir la clave de un enigma oculto. Las mujeres ya tenían bastante con aguantar la opresión y el sometimiento a un sistema patriarcal que ha sido implacable con todas ellas durante siglos, incluso milenios. Postergadas a un segundo plano. Maltratadas, humilladas y silenciadas. Aunque siempre hubo quienes no nos conformábamos con el orden impuesto y luchábamos contra él. Cómo querían que los entendiesen.
Pasado el tiempo, parece ser que en pleno siglo veintiuno aún no se han enterado -o no lo quieren comprender- que en castellano, como cualquier otro idioma dirigido a comunicarse, cuando alguien dice no, es no. Da igual su raza, sexo o condición. No es no. Y llevar un tipo de indumentaria determinada, haber bebido o haber estado en ciertos lugares a ciertas horas, no da derecho a nadie de nada. Cómo querían que los entendiesen.
Los Derechos Humanos son claros al respecto. Aunque a veces el ser humano se empeñe en lo contrario: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. El camino ha sido largo, pero al final se ha hecho justicia. Y no es no. Nadie debe ser forzado a nada ni por nadie, ni antes, ni durante, ni después. No es no. Cualquiera de las partes puede expresar su falta de consentimiento en cualquier momento. Esto no es un contrato laboral o comercial en el que dos partes firman un acuerdo y hay que cumplirlo, sí o sí. La libertad del ser humano no está regida ni sometida por nada, ni por nadie. El individuo es libre y su libertad acaba donde comienza la del otro.
Ahora sólo queda que la Ley siga siendo intransigente ante todos aquellos actos que atenten contra la libertad, la dignidad y la igualdad de la mujer. No podemos quedarnos parados. No podemos perder todo lo que hemos conseguido. Nos queda mucho aún por delante, aunque las mimbres son buenas. Tenemos que seguir con la inquebrantable voluntad de vencer y seguir defendiendo que no es no. Aquí y en China. No es una cuestión de oportunidad, sino de justicia. Nuestros hijos deben saber que nos dejamos la piel para construir un mundo más justo e igualitario. Y no podemos perder la oportunidad, porque los siguientes en caer podemos ser nosotros.
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