
La Leja
María Vallejo Miras
La vida sin ruido
No debería necesitarse un eufemismo para evitar el término “panoli” o sus primos hermanos: “pánfilo” o “memo”. En suma, los tres se refieren a personas fáciles de engañar. También se dice “simples”, pero con ello se acrecienta una naturaleza todavía más inconveniente, la propia de los mentecatos o de los abobados. La ilustración, entonces, resulta un buen remedio para corregir tal estado. Una cierta forma, así, de desasnar, de quitar la rudeza, o la rusticidad, por medio de la enseñanza, pues sabido es que la mentecatez dificulta el desenvolvimiento personal satisfactorio y también el discernimiento y la adecuada capacidad de juicio. De manera que, extendida la memez, se deteriora el funcionamiento social. Uno de los efectos más constatables de tal estado de las cosas es el de la fidelidad ciega y sumisa -podría decirse perruna, pero otra es la de estos amigos del hombre y no se haría justicia a los perros- al pensamiento -o a sus subproductos maquinados- que se proclama por los caudillos de los adeptos. Otra consecuencia, no menor, es el uso de la manipulación y de la tergiversación para acondicionar el juicio y la adhesión de los pánfilos. De suerte que no quepan más evidencias que las amañadas y difundidas por los cauces a propósito, ni asome ninguna manifestación crítica, pronto señalada como deslealtad. Pensadas las cosas despacio, secundar una doctrina sin cuestionarla, someterse de manera convencida a sus preceptos únicos, puede ser más cómodo o llevadero que tener criterio propio para desenvolverse como mejor corresponda y con principios fundamentados. Jalonada está la historia de estos desvalimientos sociales que llevan a infaustos desenlaces, por lo que importa no poco advertirlos y, sin excusas ni demoras, ponerles remedio. La educación obligatoria, esa que se extiende hasta los dieciséis o los dieciocho años de edad, aunque no resulte una panacea ni pueda compensar, por sí sola, desventajas extraescolares, sí que predispone para apartar las simplezas de la memez. Nunca sobrarán, por ello, razones a fin de procurar que se curse con el mayor aprovechamiento de cada cual. Para ello, debe entenderse que alcanzar la capacidad de discernimiento y juicio crítico resulta de aplicar significativamente los conocimientos. Logro, este, bastante mayor que el de retenerlos, temporalmente, para acreditar lo que pronto será olvidado. Ya se sabe, enseñar a pescar. Luego, enseñar a pensar.
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