NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Incienso para recibir a un Pedro Sánchez contra las cuerdas
¡la luz anaranjada que entra por la tarde a través de las ventanas de la sala de danza va a oscurecer el color del revestimiento de madera! ¡El tabique del baño invade parcialmente el pasillo! ¿Cómo no nos dimos cuenta antes? Frases como estas son más que habituales en el desarrollo normal de cualquier obra y más aún si se trata de una reforma en un edificio existente. Desde las cuestiones más banales como que no haya suministro de la baldosa que nos guste justo en el momento en el que la necesitemos, hasta problemas de índole mayor como que a la escalera le falte un peldaño, son el pan de cada día de jefes de obra que se tiran de los pelos por la falta de detalle en los planos o simplemente por la mala ejecución del joven inexperto que apenas está empezando en este sector.
A pesar de los render e infografías hiperrealistas, la capacidad de modelado 3D o incluso los nuevos sistemas de visualización mediante realidad aumentada como las famosas gafas de Apple, existen numerosas cuestiones espaciales y técnicas que difícilmente pueden ser del todo controlables durante el proceso de diseño. A excepción de algunos maestros que proyectaban a través de unos meticulosos detalles constructivos, el común de los mortales que rondamos el mundo de la arquitectura nos vemos obligados a tomar algunas decisiones en función del grosor de dedo del albañil que está colocando los ladrillos. Porque muchas veces, cuestiones que se creían resueltas previamente con un papel y un lápiz, se vuelven realmente ingobernables cuando la realidad material atropella el precioso e idílico planteamiento inicial.
Durante el largo transcurso de la ejecución de una obra, imagino que al igual que sucede en otras muchas profesiones, la improvisación y la creatividad juegan un papel fundamental para resolver los problemas que van surgiendo a diario. Los niveles de incertidumbre de cualquier trabajo manual suponen siempre un hándicap muy importante a tener en cuenta si no queremos frustrarnos por no conseguir el resultado esperado. Sin embargo, aunque no podamos negar que los sistemas prefabricados e industrializados que, cada vez están más presentes en nuestro parque inmobiliario, automatizan y por lo tanto reducen los márgenes de errores en los procesos constructivos, también limitan la frescura de las decisiones orgánicas que se llevan a cabo en ciertos momentos puntuales en el transcurso normal de una obra “a la vieja usanza”.
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