
La Tapia con sifón
Antonio Zapata
Manolo el de Los Mimbrales
Estamos asistiendo a un cambio de ciclo político en el occidente desarrollado. La victoria de Trump en Estados Unidos, de Milei en Argentina y el avance democrático de las ideologías más conservadoras en muchos países europeos, son hechos incontestables. El alineamiento de los grandes magnates mundiales de las redes sociales con estos nuevos vientos ideológicos certifica y solidifica el vuelco. En los países desarrollados hay, a nivel popular, un cierto hartazgo del abuso sectario e ideológico radical que la izquierda ha hecho pervirtiendo sus postulados, amparando a minorías sociales caprichosas y exaltadas. El favorecimiento y alineamiento incondicional con los colectivos feministas más radicales, insaciables en su deriva totalitaria, con las ideologías de género que niegan la evidencia científica, o con grupos de poder, como el LGTB, que insisten en presentarse como víctimas cuando hace mucho tiempo que dejaron de serlo en las democracias occidentales, ha indignado a millones de ciudadanos que no soportan ya tanta discriminación ni tanta tontería. Se ha hecho, además, un abuso en lo ideológico que raya el totalitarismo, en la pretensión de imponer un estatus único de pensamiento, persiguiendo y criminalizando el pensamiento diferente o libre, acusando de “fascismo” a todo aquello que rebatiera o contrarrestara a la corriente dominante. La izquierda lleva un tiempo importante legislando en contra de las mayorías, de una forma arbitraria, sectaria e injusta, contraria a todo derecho natural, para favorecer las exigencias caprichosas de minorías pijas y malcriadas. Haciendo exactamente lo contrario de lo que debía de hacer, luchar por los derechos de los desfavorecidos, que aún siguen existiendo en los países desarrollados, y a los que en cambio ha abandonado a su suerte. La cosa empezó mucho antes, no obstante. La decadencia de la izquierda en el mundo desarrollado se inició cuando los partidos de centro derecha y conservadores incorporaron a sus programas políticos y a su acción de gobierno los principios de la socialdemocracia, las políticas keynesianas que paliaban los efectos del capitalismo más feroz y procuraban una mejor redistribución de la riqueza y un estado del bienestar objetivo al alcance de una gran mayoría. La izquierda ha intentado reinventarse en las democracias más avanzadas pero se ha equivocado de estrategia pervirtiendo sus principios ideológicos más primigenios. El cambio es ya histórico, inexorable.
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