Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
Una tarde cualquiera de los setenta, decenas de jóvenes esperan ante la taquilla del cine Príncipe en Granada. Esa larga cola es una muestra viva de la estética dominante: chicas sin maquillar y pelo alborotado, chicos con melena, bigote o barba, vaqueros ajustados, jersey de cuello vuelto, botas y chaquetones de piel vuelta, y una fuerza arrolladora en sus miradas. En la cartelera, películas de los directores del cine de culto en aquel momento como Pier Paolo Pasolini, Luchino Visconti, Federico Fellini, Ingmar Bergman o Luis García Berlanga, entre otros. Títulos como La Caída de los Dioses, el Huevo de la Serpiente, la Grande Bouffe, Muerte en Venecia, Viridiana, Ostia, etc. atraían a ese público entregado, mientras el resto de salas de la ciudad estrenaban películas de destape “made in Spain”. Europa conjuraba así décadas de terror y sangre, y por fin alzaba el vuelo hacia un futuro prometedor tras dos guerras mundiales y una guerra fría que la habían asolado. La música acompañaba este renacer: los Beatles, los Rolling Stones, Pink Floyd o Cat Stvens, sonaban a todas horas entre la juventud. El cielo, por fin, lucía limpio de los buitres de cuello descarnado que le habían desgarrado sus entrañas. España, a la zaga, se había incorporado a esa carrera de progreso y paz, aunque en sus calles se mezclaba el sonido del flamenco, los boleros, esas bandas extranjeras de moda que cantaban en inglés, y el soniquete de la música de las primeras elecciones: “libertad, libertad, …” “habla pueblo habla…”. Esos films que se pasaban en el cine Príncipe cumplían la misión de enfrentarse a la historia del horror vivido, neutralizando el dolor y tratando de evitar su repetición: recordar para no olvidar, recordar para no tropezar de nuevo, adivinar cuál es el huevo de la serpiente y destruirlo antes de que eclosione. Sin embargo, los años jugaron su papel, la memoria se desvaneció, y sobre la cabeza de Europa sobrevuelan de nuevo los buitres, atraídos por el olor de la sangre que vuelve a cubrir la tierra, el riesgo de un conflicto bélico se cierne sobre ella y se adivina la serpiente que crece dentro del huevo que alberga en su seno. Europa vuelve a ser secuestrada por Zeus, y por sus fronteras entra un viento con el tufo nauseabundo de la guerra. Añoro la música de Pink Floyd y los Beatles, el cine Príncipe y sus películas, aquellos directores de cine inimitables, la fuerza arrolladora de la esperanza, y aquellas madrugadas de té, música y flexo, ante apuntes tomados a mano y libros de texto subrayados en varios colores. Me sobran los bravucones, los manipuladores, los nuevos Zeus que tratan de secuestrar nuestro futuro. Solo hay una cosa que nos puede salvar: hervir el huevo con la serpiente dentro, servírselo en bandeja a los señores de la guerra y hacernos vegetarianos.
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